Debo admitir lo
difícil que es para mí describir la satisfacción que me causó la primera tarea,
no porque siempre término fabricando (cual chapuza) con mis propias manos el
disfraz o los disfraces a exhibir el 31 de diciembre, sino por la posibilidad
que me da para compartir tiempo de
calidad con mis hijos. Así, entre risas y juegos decidimos qué o cuáles son los
personajes a representar y como construiremos el vestuario, qué debemos comprar
y qué fabricar; cortamos, pegamos, cosemos, pintamos……en definitiva nos
divertimos!!!. El 31, siempre a las 8 p.m. y ya “ataviados a la usanza del
personaje” vamos a Ingahurco, allí año a año reunimos a la familia para recibir
el nuevo año, lo cual no es merito pues cada sábado nos juntamos para tomar
café y charlar, aunque debo confesar que últimamente participo con mayor
melancolía……será porque al fabricar el disfraz voy reconociendo que lo realmente
valioso en mi vida, transcurre mientras me ocupo de lo importante?.
La otra tarea,
actualizar la hoja de vida (normalmente la uso cada 5 años y este toca), fue
más simple, la hice en tres versiones: 1. Un listado de datos personales 2.
Otra que recalque las funciones y (dizque) logros alcanzados y 3. El sustento
documental de lo mencionado y que completa 1 o 2 de ser el caso. Eso me permite
tener mis maletas listas para moverme y cambiar, aunque he sido siempre muy
estable en los sitios en los que he trabajado siempre promulgue que la relación
laboral es de dos lados y requiere que ambas partes renueven permanentemente el
compromiso de continuar.
Parecería
que las dos tareas no tienen relación entre sí, más para mi tienen todo el
sentido del mundo, como lo demuestro con una frase: “no importa que tan corto o
largo sea el viaje, siempre hay que tener listas las maletas y cuidado el hogar
donde regresar”