domingo, 27 de noviembre de 2022

El héroe de los pícaros: Bartolo, bufón en la corte de Langle

Con un pedazo de carbón, sobre una servilleta de tela bordada en Zuleta, el viejo bufón va garabateando la estructura de la comedia que representará al día siguiente ante los acólitos del Conde de Langle. Mientras escribe, la piel de sus dedos se va tiznando con las trazas del carbón, provocando que en sus manos destaquen unas uñas pulcras, perfectamente cortadas y cuidadosamente esmaltadas.

Al terminar, la carta quedará distribuida en tres actos que sobre el escenario demorarán cinco minutos, él sabe que mantener la concentración de los insulsos cortesanos por más de quince minutos es tarea imposible incluso durante la bufonada. Para mantenerlos interesados, a cada cortesano le regalará un espejo de mano primorosamente incrustado dentro de una caja boba. Para que se miren, gesticulen y se regocijen mostrándose a sí mismos los dones que creen tener, para que se perciban reflejados en pedacitos de vidrio pintados con sales de plata de Molleturo, se dirá.

Es que Bartolo lo tiene todo pensado, incluso ha confeccionado su disfraz de amauta.

Para el primer acto se concibe sentado en medio de una sala color leche, con el piso, las paredes y el techo blanqueados con cal de Zumbahua y alumbrada con cuatro lámparas de queroseno hurtadas de las casas de caña que rodean la cancha de fútbol de la Nueva Unión, a las que les han quitado su tono amarillo dejándoles el zumbido y las moscas que van a morir quemados en la camisa de amianto.

Se decreta a sí mismo simulando las tribulaciones de Stanczick, vestido con calzón rojo, camisa blanca y una capa coronada con un bonete de tres picos color rojo Marlboro. Su piel empastada de harina y maicena le confiere una palidez que al hablar hace más visible el amarillo de unos dientes que apenas han dejado la ortodoncia.

Para el segundo acto ideó un bodegón instalado con muchas frutas idénticas, excepto una pera que destaca en medio de cientos de mandarinas traídas de Patate, a la que le ha colgado un letrero que dice "recuerden que soy una mandarina más". En el acto se presenta con su capa y bonete, sosteniendo la pera entre las manos mientras repite "no se crean que es una mandarina, es solo una pera disfrazada. ¿Acaso no lo ven?, es tan solo una triste pera en medio de cientos de otras peras traídas de los Huachis, aquí no hay mandarinas, lo sé porque soy experto en frutas".

Al principio de su tercer acto, las mandarinas se han convertido en decenas de espejos de cuerpo entero, que reflejan al falso amauta trajeado de rojo Marlboro, de dientes amarillos y dedos tiznados, que aparece atribulado en medio de un salón blanco infinito.

Los espejos se mueven persiguiendo la imagen del bufón mientras camina. Su cuerpo y su cara aparecen en decenas de reflejos que solo él ve porque en el reverso de cada caja boba se muestra el blanco cal y leche inmaculado, que a los cortesanos tampoco importa ya que distraídos miran su propio reflejo en el espejo de mano, al que miran fijo mientras repiten con voz impostada que no se han dejado engañar por el bufón Calabacillas, que ellos han visto con sus propios ojos un bodegón con muchas peras y una sola mandarina en medio de un cuarto blanco en el que tribula un hombre de dientes perfectos, uñas esmaltadas y roja caperuza.

 

domingo, 15 de mayo de 2022

En Memoria de Carlos Quinde Mancero


 Ambato, 15 de mayo de 2022

Son varias las dimensiones de análisis con las cuales abordar la vida y la obra de Carlos Quinde Mancero, las que, aún a riesgo de omitir espacios importantes de su legado, podrían estructurarse de la siguiente manera:

La primera dimensión, la de ser un hombre público, líder social y líder político que gozó de la confianza de quienes votaron por él en elecciones populares, así como también contó con el respeto y la confianza de personas que le delegaron importantes cargos públicos, varios relacionados con nuestra ciudad, la que fue su casa desde los cinco años. Hoy, Ambato es mejor gracias a su trabajo, visión y esfuerzo.

La segunda dimensión, la de ser maestro universitario, influyendo a través de la formación de cientos de profesionales en el desarrollo de la provincia y la región. Su permanente interés por investigar, por comprender y por formarse, lo trasladó a las universidades que lo acogieron en sus aulas y centros como profesor y director, allí construyó gran parte del espíritu que esas instituciones hoy valoran y predican.

La tercera dimensión, la de ser actor destacado de la cultura, es su rostro más conocido. Es en ella donde podrán encontrar y entender en su integralidad al ser humano que fue, comprobarán que allí conviven el líder social, el maestro y el artista, es en ese espacio en el que él construye y guarda su obra, totalmente inmaterial pero imperecedera, es allí donde juega con el sentir, con la memoria, con los sonidos y con el movimiento. El cofre que elije para guardar su obra es el Grupo Tungurahua, al que ama profundamente, al que cuida para mostrarlo con orgullo en el mundo entero y al que el mundo, recíprocamente, recibe con asombro, respeto y admiración.

En el Grupo Tungurahua está también su familia, convertida en una cuarta dimensión para el abordaje de quienes pretendan estudiar su vida, su familia fue siempre su razón principal, su motivo. Nada es Carlos Quinde Mancero sin Mary Marcial, nada es el Grupo Tungurahua sin ella.

La quinta dimensión, la de ser amigo, es la razón que motiva este post de despedida y mi testimonio, que borroneo a lápiz grueso para reconocer al ser humano que conocí y al que considero que fue (y es) un hombre solidario, capaz de festejar los logros de otros y de todos “sus tungurahua”, de entregar su consejo oportuno y de ofrecerse, sin pedir compensación alguna, como cómplice para cada idea que le parecía buena, lo hizo conmigo varias veces.

El mundo del folclor lo recordará por lo que mostró en sus escenarios, lo verán en su Fiñashca, en sus Avagos y Disfrazados, en su Novia Salasaca y sus Semblanzas del Pueblo de Tungurahua, en sus Ñustas, Campaneros y San Pedros; también permanecerá en la fiesta (aunque nadie lo sepa, aunque nadie lo acepte), lo encontrarán en la estructura de desfiles y comparsas, en las composiciones coreográficas de quienes al copiarlo propagaron su escuela de danza tradicional, en sus festivales de folclor, en las aperturas de cada elección de reina, en sus carros alegóricos, en todo en realidad, inmaterial, imperecedero.

Dicen que Carlos Quinde Mancero ha muerto, pero es mentira, los heraldos olvidan que la cultura (como Dios) nunca muere, no saben que Carlos vivirá en su obra.

(Aquí estoy querido Carlos, aquí estamos, como siempre, ¡hasta que caiga el último danzante!)

Entrada destacada

Resumen de la presentación del libro "Los Guerrero, Genealogía i Bitácora".

Ambato, viernes 22 de febrero de 2019 Teatro del Centro Cultural Eugenia Mera