lunes, 1 de abril de 2024

¡La Fiesta no es solo billetes!

Analizar la Fiesta de la Fruta y de las Flores, debe incluir el examinar al menos cuatro dimensiones que, al estar relacionadas con su origen o con su evolución, la explican en carácter y propósito.

Adscribir el análisis a su impacto en la economía de la ciudad y la provincia es quitarle su esencia, mientras que mirarla únicamente desde su representación en el imaginario, significa negar su evolución y elimina la posibilidad de vivirla y compartirla de maneras diversas.

El ámbito al que pertenece el analista también marcará la conclusión. A partir de sus intenciones, los políticos querrán montarse en la exposición que les ofrece la pre y post fiesta, los organizadores buscarán minimizar los problemas y capear los malos comentarios (que son parte de la propia tradición), los académicos pensarán valorarla con datos objetivos en razón de marcos preestablecidos (cualquier cosa que sea eso), los empresarios lograrán cuantificarla en base a ingresos generados e ingresos futuros, las familias ambateñas lo harán en base a la percepción que tienen de sus eventos, mientras que, las autoridades políticas la señalarán con el número de operativos, heridos y muertos, reconociendo que la Fiesta se ha vuelto compleja y, omitiendo que, ahora es anciana.

Dimensión 1: Identidad

Para Ambato, la Fiesta de la Fruta y de las Flores debería representar una fusión entre la tradición que sobrevive y el esfuerzo permanente por introducir cambios en la organización y en sus actividades, aunque descuida los esfuerzos por ampliar sus actores, públicos y escenarios.

¿Qué hacer para superar la dependencia de ciclos políticos, sobresaltos, reciclaje y reúso de lo que antes pareció funcionar o generó novedad?

Aunque no parezca, la celebración refleja y condiciona el carácter de quienes nacieron o viven en Ambato, la Fiesta es el centro de la identidad colectiva de los ambateños, en ella está representada la rebeldía frente a la desgracia, el amor por la tierra, el esfuerzo individual y la fe, no por nada colocamos enseñas de frutas y flores en el atrio de la Catedral.

La Fiesta sobrevive a los días de jolgorio, para vivir el resto del año escondida en la urbanidad incompleta del Ambato céntrico, lleno de casas y edificios cuadrados, de fachadas descoloridas y paredes que dejan ver el material con el que fueron construidas, de veredas angostas y cielo cubierto de cables que se niegan a desaparecer. Una ciudad que evoluciona al ritmo que lo hace su fiesta, que discute la diversidad de su gente en lugar de disfrutarla, que se niega a abandonar un coliseo destemplado, un estadio sin gloria y una plaza a la que hace rato abandonaron los taurinos.

Dimensión 2: Economía

Desde quienes la propusieron por primera vez (el Centro Agrícola Cantonal), hasta las razones que marcan su origen (revelarse al terremoto de 1949) han marcado el ser colectivo de Ambato. En su origen están el negocio, el emprendimiento e incluso la economía informal tan criticada. Las primeras ediciones y hasta muy avanzada la Fiesta, mantenían ferias exposición entre sus actividades principales, con industriales y artesanos exponiendo sus productos en establecimientos educativos adecuados con ese fin. Cuando la artesanía y la.industria no fueron suficiente atractivo, presentaban artistas y orquestas de moda durante los dos o tres días de feria.

En la actualidad, algunos jóvenes de Miraflores y Ficoa, inician su vida emprendedora organizando farras o “farrones”. Incluso, desde hace un par de años, un prestigioso empresario local se ha apropiado del pedazo que abandonaron los barrios y el propio Comité Permanente, así como antes, otros empresarios y muchos informales se tomaron las veredas de la Cevallos y la Bolívar, que abandonaron las familias que dejaron de asistir a los desfiles. Todos convocan a fiestas particulares que florecen dentro de la Fiesta de todos (y de la agonizante Feria de Finados).

En definitiva, las oportunidades comerciales, tanto en el sector formal como en el informal, guste o no, impulsan la economía de Ambato y la de sus alrededores, generando ingresos para empresarios, comerciantes, artesanos e incluso para los jóvenes emprendedores, pero catalogar el éxito de una edición solo por lo que reportan sus ventas (formales) es restarle importancia a lo que la Fiesta significa.

Dimensión 3. Organización

No siempre fue el Comité Permanente el que se encargó de organizar la Fiesta, los barrios, las asociaciones de artesanos, de pequeños comerciantes, de profesores, las cámaras y otros, han participado activamente a lo largo de su larga historia. Hubo un momento en el que se entregó la organización a quienes pudieran financiarla (Municipio y Prefectura), ellos separaron el convivir durante la fiesta en un programa oficial y otro popular, reconociendo que la cultura ambateña se reparte entre lo esnob del jazz, la liturgia y la raíz popular del plato típico, el baile callejero y el pasacalle promocional de las autoridades de turno.

El Comité Permanente es el espacio que ocupan los “hacedores de la Fiesta”, la mayoría impulsados por su buena voluntad y el cariño por la celebración. Estructura mixta compuesta por Gads, cámaras y políticos, sin recursos suficientes y sin las herramientas que la modernidad puede aportarle a la cultura (y a la industria cultural).

Muchos y buenos hombres y mujeres han pasado por ahí, dejando ideas y esfuerzo que la oficialidad ha reconocido, como tampoco lo ha hecho (ni lo hará) con las decenas de personajes anónimos que tiene la fiesta.

La tarima de la Fiesta es poderosa, tanto que ha impulsado varias carreras políticas a partir de la popularidad que significa, varias reinas han ocupado curules en el Consejo Municipal o en la Asamblea Nacional. En esa misma tarima ha arropado a cientos sino miles de artistas populares en festivales, conciertos y recitales que demandan de la construcción de un teatro digno de la celebración y de una agenda cultural que alimente el alma colectiva de los ambateños.

Avanzar quizás signifique dejar atrás la elección de Reina de Ambato, mover el recorrido de los desfiles, hacer interactivo el pregón, peatonalizar el centro cívico, organizar a los barrios alrededor de la fiesta, llenar de música los rincones de la ciudad, reconocer a los personajes olvidados, entregar a los niños los espacios culturales, promover el consumo de productos de la ciudad a través de descuentos y vales virtuales, más otras cien ideas que aparecerán si nos ponemos a pensar en la ciudad y en su fiesta.

Dimensión 4. Contexto

La Fiesta comparte tiempo y espacio con las circunstancias de las que se embebe la ciudad y el país, su calificación de buena, regular o mala responde a los hechos de su entorno, tanto como a su programación y organización. Por ejemplo, en 1955 no se realizó por falta de financiamiento, en 1962 pasó a ser organizada por una comisión mixta entre el Municipio de Ambato y la Prefectura de Tungurahua (Comité Permanente), en ese mismo año fue declarada fiesta nacional por el presidente Arosemena Tola,  en 1996 casi fue suspendida por la Guerra del Cenepa, en 2021 la enfermó de muerte la pandemia y la crítica, en 2024 fue suspendida por varias semanas por los decretos de excepción asociados a la guerra contra el terrorismo y por la falta de acuerdos entre las autoridades cantonales y provinciales.

El cierre de gestión de los alcaldes también la han afectado a la fiesta, golpeándola en su financiamiento como en el año 2000.

En una conclusión, el análisis de la Fiesta de la Fruta y de las Flores no puede ni debe considerar una sola de sus dimensiones de manera aislada, valorarla requiere al menos razonar sobre las cuatro que he detallado, mientras que los resultados de su observación debe entenderse desde el ámbito que ocupa el observador, ya sea el político, académico, empresarial, ciudadano u otro de los mencionados en esta publicación.


martes, 19 de marzo de 2024

Hablemos del costo de los censos

En aquellos espacios donde se convive con los números y las cifras, resulta desesperante (re) descubrir día con día que cada escándalo político trasciende más que la realidad que nos muestran los datos. Resulta que, un mensaje en redes sociales es más importante que un niño que abandona la escuela en Esmeraldas; que un par de lágrimas en la asamblea resuenan más que las de la madre de un joven asesinado en Guayaquil; o que una habitación ocupada en la Embajada de México convoca más atención que toda una familia cruzando el Darien hacia “la yoni”, y eso indigna.

Con ese contexto y usando, en una suerte de contrapunto, dato y relato, les invito a comparar algunas cifras versus el costo del último censo de población del Ecuador.

Antes de sumergirnos en este mundo de supuesto y presupuesto, recordemos que el censo más caro será siempre el que no se hizo, dejando en penumbra a los planificadores y rascándose la cabeza a los políticos. Después de eso, los valores pueden considerarse altos o bajos según quién los analice y cuáles sean los objetivos de ese examen.

Para que las comparaciones tengan sentido, los costos de los censos deberán analizarse por persona contada, presentarse para una misma fecha (valor presente) y estudiarse dentro del contexto en el que esta operación fue ejecutada. Por ejemplo, mientras que el censo ecuatoriano de 2010 fue levantado por estudiantes (menores de edad sin pago), el censo 2022 decidió contratar personal, utilizar tabletas electrónicas y, gracias a la magia de la tecnología, logró recopilar información por internet utilizando el aplicativo “Censo en Línea”.

Aunque las tabletas resultaron ser significativamente más baratas que imprimir formularios, y que la codificación automática ahorró algo más de 700 mil dólares al proceso, no podemos ignorar que los efectos de la pandemia, los dos levantamientos indígenas y la inseguridad en el país, alargaron el proyecto por más de dos años.

Pero, ¿el censo de 2022 fue tan caro como algunos (políticos) pretenden hacernos creer? Intentaré responder esta interrogante a través de varias comparaciones. Como referencia, el censo de 2022 costó 4,9 dólares por persona contada, mientras que el de 2010 fue cercano a los 3,9 dólares calculados a valor presente. La diferencia entre sus costos se explica principalmente por el pago salarial a censistas y supervisores de campo, como debe ser, ya que quien trabaja merece recibir un pago.

1.      ¿Cuánto dinero se reparte con base en la información recabada por el censo nacional?

Sumando exclusivamente los valores incluidos en las proformas presupuestarias de 2011 a 2020 (para mantener como referencia una década), los valores que debieron ser repartidos a prefecturas y municipios fueron algo más de 29 mil millones de dólares. Considerando que el Modelo de Equidad incluye condiciones extraídas del censo nacional y de sus proyecciones anuales durante (al menos) diez años, entre ellas el tamaño de la población, la densidad poblacional y la pobreza calculada por NBI, entonces, el costo del censo 2010 llegó a representar el 0,16% de los valores que los GAD debieron recibir durante esos diez años.

Además, sin un censo actualizado no existirían insumos para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo (el país ha hecho 5 con cifras del censo 2010 y uno con las del censo 2022), tampoco tendrían insumos los Planes de Desarrollo y Ordenamiento Territorial (PDYOT) que, por cierto, todos los GAD se encuentran elaborando en estos días con las cifras del censo 2022. Sin censo, instituciones como la Unidad del Registro Social, deberían hacer su propia actualización cartográfica y los mismos GAD no contarían con la cartografía actualizada, que los operativos censales generan y ponen a su disposición (otros 27 millones de dólares de ahorro).

2.      ¿Cuánto le cuesta al país paralizar sus actividades por un día?

¿Alguna vez se han preguntado cuánto nos cuesta paralizar el país por un día? ¡No, no estoy hablando de un feriado nacional!, sino de un levantamiento indígena, huelga o protesta, de esas que cada dos años nos hacen temblar y que sus líderes utilizan para promover sus candidaturas electorales.

Según la estimación del Banco Central del Ecuador, el levantamiento indígena que duró 18 días en 2022 nos costó la friolera de 1.105 millones de dólares. ¡Y eso sin contar los daños materiales! Ese cálculo nos da una referencia sobre cuánto le costaría al país la decisión de parar un día (aunque sea domingo) y fija el valor en algo más de 61 millones de dólares por cada día de paralización, eso sin contar que las movilizaciones de junio de 2022 no detuvieron las provincias de la costa ni la ciudad de Guayaquil, lo que nos permite presumir que ese valor debe ser mucho más alto.

Un dato no menor es que la recolección extendida significó el traslado de cerca de 27 millones de dólares en salarios (dignamente ganados) hacia los hogares de 21 mil censistas y supervisores distribuidos en todos los cantones del país.

3.       ¿Cuánto le cuesta al país la inestabilidad política?

Nuestro afán de elegir y defenestrar autoridades se ha convertido en deporte nacional, tanto que cambiar de alcalde es patrimonio de una quiteñidad con marcadas diferencias entre quienes ven el rostro de la virgen mestiza de Legarda reinando sobre El Panecillo y aquellos que solo alcanzan a ver sus espaldas. Ese juego del gato y el ratón, terminaría si nos enfocamos en elegir bien a quienes dicen representarnos, sin embargo, mientras esperamos a que esa utopía ocurra, debemos asumir y respetar nuestras equivocaciones colectivas.

El divertimento ciudadano de tirar autoridades al “basurero de la historia” resulta ser un lujo demasiado costoso. Por ejemplo, el referéndum de 2023 nos costó 43 millones dólares, las elecciones anticipadas de ese mismo año añadieron otros 80 millones a la cuenta. ¿Para qué? si a pesar del desencanto terminamos eligiendo a los mismos integrantes de la Asamblea Nacional que disolvimos. Es decir, la incertidumbre que marca nuestra política nos va costando alrededor de 123 millones de dólares en apenas un año y piquito. ¡Somos una telenovela llena de drama y traición!

4.      ¿Cuánto le cuesta al país el espejismo de la representación política?

Para rematar, vivimos la ilusión de una representación política en la que elegimos representantes con la esperanza de que nos defiendan y nos representen, pero la realidad es otra, a muchos de ellos apenas si les alcanza para representarse a sí mismos y a otros tantos no les alcanza ni para eso.

Reconozco (con cierto estupor) que una aspiración de los partidos y movimientos políticos es el incremento de sus plazas de asambleístas, que vienen acompañadas de equipos de asesoría, planes telefónicos, viáticos y pagos de residencia. Sus sumas y restas, trabajadas en ábacos mentales, repasan con interés el crecimiento poblacional reportado por el último censo, rogando porque les beneficie en las provincias donde se consideran fuertes para así consolidar bancadas y cargar votos a sus negociaciones, como si se tratara de añadir saldo a sus planes de celular.

El anterior censo (2010) provocó que el Consejo Nacional Electoral de la época (2013) añada distritos electorales en Guayas, Pichincha y Manabí, los que, con las votaciones consolidaron una única fuerza en la Asamblea Nacional. En 2013, Guayas eligió 16 asambleístas de Alianza País y 4 Socialcristianos, Pichincha 12 de Alianza País y 3 de CREO, y Manabí 8 de Alianza País y 1 de Avanza, lo que significó que 4 de cada 10 Asambleístas de Alianza País (hoy RC) fueran electos en esas provincias.

Sin embargo, la representación que los electos hacen de quienes los eligen parece ser un espejismo ya que, una vez sentados en los curules, los honorables legisladores terminan actuando en beneficio propio o en favor de allegados inconvenientes o actuando en razón de los intereses de sus grupos políticos, por lo que una disminución de su número no resulta ser tan mala idea. ¡Ojo! la disminución es válida siempre y cuando se mantenga la proporción de cada provincia respecto al total nacional.

Si lo llevamos a dólares, cada asambleísta (sin contar asesores, asistentes, viáticos, etc.) nos cuesta 63 mil al año, por lo que disminuir tan solo una docena de ellos representaría un ahorro de 750 mil dólares anuales, que traducidos a sus cuatro años en funciones llegaría a 3 millones de unos dólares que podríamos ahorrarnos junto con las vergüenzas que nos hacen pasar.

En fin, los censos, más allá de recolectar y presentar guías para la política, son llamados de atención para la gestión pública al evaluar el trabajo de los actores del estado. Los informes estadísticos vienen exponiendo los efectos de la violencia que expulsa a los jóvenes de sus hogares o que los capta como mano de obra para el delito, los datos hablan de la persistente falta de acceso al agua potable en las comunidades y nos muestran las diferencias en los niveles de escolaridad entre poblaciones diversas.

Confrontar lo que dicen las cifras del censo contra la narrativa fútil con la que se pretende señalarlo, nos lleva a cuestionar seriamente el trabajo de quienes escogieron la retórica vacía en lugar del compromiso que merece su gente, a señalar a quienes promueven el espectáculo mediático en lugar de cumplir con su obligación frente a aquellos problemas que conscientemente decidieron ignorar, no ahora sino desde hace diez años.

lunes, 19 de febrero de 2024

Los interrogantes que nos deja el Censo Nacional

Mirar los resultados expuestos por el último censo de población y enfrentarlos a los que se han publicado sobre la manera en la que evoluciona la población ecuatoriana, nos dejan tres interrogantes, a las que, como país deberemos responder en los siguientes años.

Antes de empezar, mencionaré que las cifras expuestas por las proyecciones de población son el resultado de un ejercicio que compila la información disponible sobre fecundidad, mortalidad y migración, tanto en los ocho censos ejecutados desde 1950 como de las encuestas y registros de origen administrativo que se han levantado en ese periodo de tiempo. Ahora sí, planteo las interrogantes:

      ¿Cómo y para quién debemos generar empleo?

Si en algo tienen razón quienes han venido llamando (erróneamente) “década perdida” a la que transcurrió entre 2007 y 2017, es en los resultados de lo que debió ser un esfuerzo para  aprovechar lo que los economistas llaman bono demográfico. En especial la formación de jóvenes para el empleo, el fomento del emprendimiento y del empleo de buena calidad, más la promoción del ahorro y la inversión de los recursos provenientes de ese empleo.

Recordemos que, entre otras noticias, como las que dieron cuenta de la existencia de importantes brechas sociales y económicas entre los habitantes del campo y de la ciudad o las que afectan a la población indígena, el censo de 2010 nos informó que la población ecuatoriana se concentraba en las edades cercanas a las del inicio de la etapa laboral, es decir, en las que requieren de formación adecuada para la inmediata incorporación al empleo (formal y de buena calidad).

El tamaño de la población joven resultaba de tasas de fecundidad altas, mientras que la disminución de la mortalidad resultaba en el incremento de los años de vida esperados. Como respuesta, el estado construyo grandes escuelas en lugares donde escaseaban los niños, planteó una universidad academicista que, además, restringió el ingreso de los jóvenes, sin resolver (tampoco) las demandas de formación técnica, ni atender los requerimientos de un mercado laboral carente de la capacidad para anticipar los cambios tecnológicos, sanitarios y sociales que estaban por llegar.

Doce años después, el censo de 2022 nos muestra el tránsito de esa población joven hacia edades mayores, acelerado por una disminución pronunciada de las tasas de fecundidad, anticipando el fin del bono demográfico y la perdida (probable) de una oportunidad dorada para impulsar el desarrollo de un país más enfocado en atender la disputa novelesca de ciertos actores políticos y dejando para después la urgencia por responder a preguntas que hasta el sol de hoy ni siquiera nos hemos planteado.

Nos quedan entre siete y diez años para prepararnos y parece poco tiempo. La proporción de población en edades menores a 25 años es más pequeña que la observada en 2010, como consecuencia, la proporción de personas mayores de 25 ha crecido para 2022 y no dejaran de crecer en los próximos años. Esto significa que, el fomento del empleo (y del emprendimiento) debe mirar a un rango de edades más amplio, promoviendo el empleo joven pero también mirando las edades que aún se consideran en las empresas para la desvinculación del empleo formal (para evitar cargas patronales relacionadas con la jubilación) o en las que la persona trabajadora no puede re incorporarse al empleo formal debido a su edad.

¿Cómo fortalecemos el sistema de salud pública?

La pirámide de la población estimada para 1950 fue lo que los demógrafos llaman una pirámide progresiva, con una base del 17% de niños menores de 5 años respecto al total de población en esa década y un pico concentrado en 244 personas centenarias. La pirámide que se estimó para el 2020 es una de las que los demógrafos llaman regresivas, se sostiene en una base de apenas el 8% de niños menores de 5 años (menos de la mitad que en 1950) y una cúspide que se ensancha, con algo más de 6 mil personas centenarias. Para quienes son más visuales, al ubicar las edades dentro de un gráfico veremos que hemos pasado desde una figura igual a un triángulo equilátero en 1950 a otra en forma de cup cake o de carpa de circo con la base achicada para 2020.

Los registros de nacimiento, el propio censo de 2022 y las estimaciones de proyección nos dicen que los nacimientos no solo disminuirán en proporción, lo harán también en números totales, mientras que la proporción y el volumen de la población adulta y adulta mayor seguirá creciendo. Así sabemos que crecerá la demanda de servicios relacionados con las necesidades de los adultos mayores, transformando no solo las viviendas (en tipo y tamaño), los requerimientos de  movilidad (distancias y tipo de transporte), también se requerirán de espacios públicos caminables, humanos y seguros.

La salud, en los próximos años, deberá cambiar su enfoque, otorgándole un papel particular a la salud mental, al envejecimiento saludable y al acompañamiento para la muerte digna. Para ese entonces deberemos haber resuelto el problema de la desnutrición en niños, para enfrentar el resultado que esa condición causó en quienes tendrán 40, 50 y 60 o más años.

¿Qué vamos a hacer con el sistema de pensiones?

EL punto final y quizás el que representa más complejidad para los actores políticos, será el de la jubilación a través de un Sistema de Pensiones que, de seguir así, enfrentará una potencial disminución de aportantes, junto al incremento de beneficiarios y de años de cobertura de las pensiones jubilares.

La proporción de población mayor de 65 años, que alcanza el 7,6% en 2020 (1.4 millones); se incrementará al 9,8% en 2030 (1.8 millones), llegando al 13,1% en 2040 (2.6 millones) y al 17,4% en 2050 (3.7 millones), lo que supone que se requerirá de un volumen mayor de dinero para cubrir los valores de las pensiones jubilares, bueno, de quienes puedan acceder a ellas.

Entre 1950 y 2020, la esperanza de vida se ha incrementado en 27 y 32 años para hombres y mujeres respectivamente, es decir, un hombre que nació en 2020 vivirá en promedio 16 años por cada 10 que se esperaba que viviera uno nacido en 1950 (algunos de ellos cumpliran 72 años apenas), mientras que una mujer vivirá 17 años por cada 10 que vivió su abuela. Para 2050, la esperanza de vida llegará a 79 años para hombres y 86 años para mujeres.

Al concluir, es evidente que nos enfrentamos a una encrucijada de desafíos que requieren la atención y la acción inmediata de todos nosotros. Las cifras y datos del censo nacional plantean interrogantes fundamentales que van desde la creación de empleo hasta la fortaleza del sistema de salud pública y la viabilidad de nuestro sistema de pensiones. Estos desafíos, que son reflejo de la evolución demográfica y las cambiantes necesidades de nuestra sociedad, demandan respuestas urgentes, estratégicas y políticas.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Población y resiliencia, 70 años de historia de los censos en el Ecuador.

El tiempo que separa el primer censo moderno realizado en Ecuador del último, ejecutado en 2022, es de apenas 72 años, un periodo similar al estimado como expectativa de vida para los ecuatorianos. Durante ese intervalo, la población registrada aumentó desde 3.2 hasta 16.9 millones de personas, compartiendo características comunes en los dos censos, como una mayor presencia de mujeres en la población contada y a Guayaquil como la ciudad más poblada del país.

Realizado, apenas quince meses después del terremoto de Ambato (agosto de 1949) que destruyó Pelileo, Píllaro, Guano y Ambato, seísmo que dejó seis mil muertos y 100 mil personas sin vivienda, el primer censo contó a quienes residían en el país al 29 de noviembre de 1950 e incluyó preguntas sobre tipo de vivienda, servicio de agua y número de cuartos, sin llegar a ser considerado un censo de vivienda.

Una de sus particularidades fue la indagación sobre "idioma y dialectos aborígenes", donde 12.55% de las personas mayores de seis años declararon hablarlos, siendo 6.94% quienes lo hacían de manera exclusiva (hablantes monolingues de Quichua, Cayapa, Jibaro o Záparo). La consulta sobre “idioma y dialectos” representó un intento por cuantificar la población indígena, aspecto retomado con fuerza recién en el año 2001, antes, el censo de 1990 había incluido una pregunta sobre “lengua nativa”.

Un número particularmente llamativo da cuenta de que, entre los jefes de familia que hablaban Quichua, el 92.35% eran analfabetos, cifra que coincide en tiempo y urgencia con el aparecimiento de las “escuelas clandestinas” (años 1940 a 1960) de Yanahuaico, Chimba, San Pablo Urco y Pesillo, más otras que resultan del impulso de una organización indígena apenas naciente para esas fechas.

El censo de 1950 también incluyó una pregunta sobre el uso de zapatos, considerando entre las categorías de respuesta el uso de oshotas o alpargatas y, a la que el 49.24% de los jefes de familia respondieron andar descalzos. También se consultó sobre el uso de cama, tarima o hamaca, o si se dormía en el suelo.

El septenio nos ha dejado ocho censos de población y siete de vivienda. En ese tiempo, el Ecuador ha enfrentado cambios y desafíos, tanto naturales como socioeconómicos que se observan en las marcas que dejaron sobre la población, su composición y distribución territorial.

El segundo censo de población incorporó al primero de vivienda. Su levantamiento coincidió con la presidencia de Carlos Julio Arosemena y registró 4,5 millones de personas, valor que subió a 6,5 millones en el censo de 1974; 8,0 millones en 1982; 9,6 millones para 1990; 12,2 millones en 2001 y, finalmente; 14,5 millones en 2010, para alcanzar los 16,9 millones en el censo de 2022.

Al hurgar sobre las cifras reportadas por los censos, se encontrarán fácilmente mejoras en varios aspectos, por ejemplo, en los niveles de educación o en el acceso a servicios básicos (agua, electricidad y telefonía, ahora internet), también encontraremos grandes brechas que no terminan de cerrarse, como las que se presentan entre lo urbano y lo rural o las que se marcan con la identificación por etnia. Con un poco más de cuidado se hallarán las marcas de la migración (mucha de ella relacionada con las crisis económicas - 1960-1970, 1990-2000 y 2020 -), los rastros que dejaron los terremotos de 1949, 1996 o 2016, los efectos de la pandemia sanitaria y los de la creciente violencia delictual en las primeras dos décadas de los años 2000.

El empoderamiento de las mujeres, los nuevos roles de los miembros de los hogares, la adopción de nuevas tecnologías, la preocupación por el ambiente, la migración campo-ciudad, el reconocimiento de los derechos de poblaciones y comunidades y la incorporación de miembros no humanos a los hogares también marcaron al país. Sus efectos se reflejan en los resultados que los censos presentan, solo hay que estar atentos y observarlos.

 

martes, 2 de enero de 2024

La bala que te toca: extorsión, muerte o abandono

Saludo: el contexto

Descubrir una ciudad es respirar de su aire, hurgar en sus rincones, visitar sus cafetines y comer en sus mercados. Para conocer un país, hay que husmear entre sus formas y lenguajes, apropiarse de sus historias, sumergirse en la música de sus barrios, bailar en sus tarimas y mimetizarse con los personajes de sus mítines y comparsas.

Aguascalientes se devela en sus trenes, su Catrina y en la Serenata Equivocada de Palomas, La Paz se revela en la Canción para mi Hija tomada de un cd pirata a la salida del Hernando Siles, la Lima criolla se escribe en la factura donde Polo Campos coloca (para la dictadura) la letra del Contigo Perú, Guayaquil es la garúa recogida en el verso de Silva al que el quiteño Guevara convertirá en canción. Medellín resucita, de las balas asesinas en El Indio, con solo probar el primer sorbo de café y panela. Buenos Aires se hace Piazzola y Varela rejuntados en la Balada para un Loco frente a Montevideo que brinda con la Falta y Resto junto al Canario Luna en el Fun Fun.

Indagar sobre las ciudades y países requiere jugar con sus números oficiales para cuantificar su desarrollo y, en el caso de este post, contar sobre sus muertos. Para hacerlo, he tomado prestado el lunfardo de Tabaré Cardozo y con él he subtitulado este texto con la misma murga que presentó la Catalina en 2011.

Cuplé: el miedo

“Vengo de la cabeza, soy de una banda descontrolada. Hoy no me cabe nada, vas a correr porque sos cagón.”

El miedo es el plan maestro de los violentos, que no necesitan del bombazo incendiario o del disparo amedrentador porque con una simple llamada telefónica, un mensaje de texto, un papel mal escrito o en una visita presencial y “amistosa” nos dejan clara la amenaza, el sobresalto y las ganas de salir corriendo. Sus rémoras y descartados se apropian del espacio público ahuyentando a vecinos y visitantes, ellos y no otros, nos determinan horario de tránsito y peaje.

El delito es parte de nuestro convivir diario. Hemos normalizado su presencia, a tal punto que los rostros de los violentos se han tomado noticieros y redes, sus andaduras son la comidilla en la sobremesa familiar. Nos alimentamos con sus peripecias como antes lo hacíamos con los dramas de tv traídos de México, Colombia o Venezuela. Las “cabezas” han marcado la agenda política y acaparan la discusión ciudadana mientras contaminan las instituciones públicas, financian las empresas y colapsan los noticieros.

La extorsión, la intimidación, el secuestro extorsivo son delitos multiplicadores del miedo. En el año 2023 su denuncia sobrepasó los 46.4 mil registros. Si consideramos que hace diez años se reportaron algo menos de 12.7 mil denuncias y que esta cifra esconde eventos que no se denunciaron por desconfianza en la justicia, naturalización de la violencia o por el humano temor a enfrentar represalias, podemos concluir que en una década nuestro miedo ha sido multiplicado por cuatro.

Salpicón: La muerte

“Como ya estoy jugado, me chupa un huevo matarte o no. Mi vida es un infierno, mi padre es chorro, mi madre es puta. Vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón”

Parecería ser que violentos y corrompidos ven a la muerte como solución a sus controversias, tanto que usan las redes para exponer el castigo que han decidido darle al cuerpo del otro, humillándolo, violándolo, rompiéndolo y cercenándolo.

Con el sacrificio de peones y alfiles sostienen su investidura como insomnes reyes de su ajedrez inmoral. En respuesta, los escandalizados pedimos más de lo mismo y proponemos humillación y muerte de los violentos, para así cuidar nuestro privilegio, calmar nuestra alma y recomponer lo que debimos y no pudimos resolver en su origen.

Lo cierto es que las muertes violentas provocadas no han dejado de crecer en los últimos años. El número de homicidios intencionales, que incluye homicidio, asesinato, femicidio y sicariato, pasó de 1.3 mil en 2014 a 7,8 mil en el año que termina. El reporte de 2023 da cuenta que la violencia interpersonal y criminal decidió deshacerse de los hombres jóvenes, las cifras nos muestran que nueve de cada diez homicidios son provocados por la delincuencia común mientras que seis de cada diez víctimas fueron hombres con edades entre los 18 y 35 años.

La quirina no se ha tomado (aún) el país entero, sin embargo, pintó de rojo sangre a las provincias de la Costa. Al cierre del año 2023, Guayas concentra el 47% del total de homicidios intencionales, allí se han registrado 3.7 mil eventos, es decir, han sido asesinadas 81 personas por cada 100 mil habitantes. Asimismo, Los Ríos con 102 y El Oro con 74 superan y hasta duplican la tasa nacional de homicidios mientras que Esmeraldas (66,5) y Manabí (58,3) exceden esa medida a nivel nacional ¡Siete de cada diez homicidios se han producido en tres provincias del país, Guayas, Los Ríos y Manabí!

Retirada: El abandono

 “Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, las leyes del mercado me convirtieron en funcional. Soy un montón de mierda brotando de las alcantarillas, soy una pesadilla de la que no vas a despertar”

La traza del delito no solo queda señalada en los indicadores propios de la seguridad ciudadana, sus líneas se marcan con cifras menos intuitivas para divulgadores y analistas. Son otros indicadores los que aportan evidencia y ubican a la violencia en la singularidad a la que confluye su génesis y sus efectos, tal es así que basta con mirar un par de cifras para intuir cuál es el aleteo de mariposa que origina tan indeseables rupturas.

El análisis integral de la inseguridad, con sus causas y sus efectos, debe mirar datos asociados con las de las crecientes condiciones de violencia que atraviesa el país. No hacerlo elimina esas cifras del análisis ciudadano, las exilia de la discusión pública y deja huérfanos a los espacios de decisión política, que así terminan en acciones exclusivamente punitivas.

Incluso los románticos de la violencia entenderán que la economía delictual tampoco distribuye de “manera justa” los recursos y, les quedará (otra vez) claro que la mano de obra de la que se sirve el delito es extraída de territorios y poblaciones donde la pobreza y la falta de oportunidades es el resultado de un sistema y un mercado que no funcionan, realidad de la que se aprovechan los violentos.

A pesar de que la matrícula y la asistencia de los niños a las escuelas debería ser universal y permanente, esa condición no ocurre, al menos no en la forma como debería suceder, incluso difiere entre provincias, siendo mayor el número de niños que no van a la escuela en aquellas provincias donde los niveles de inseguridad y de violencia delictual son más altos.

Si bien, el abandono escolar podría estar relacionado con niveles de violencia y acoso escolar, con la violencia intrafamiliar o con la (mala) percepción de algunos padres sobre la utilidad de la educación, los entornos de violencia también motivan el abandono escolar. Según el último censo nacional, Las provincias con menores niveles de asistencia a la Educación General Básica - EGB son Guayas (89%), Santo Domingo (90%), Los Ríos (90%), y Esmeraldas (90%), sus porcentajes de asistencia no solo son bajos, también son entre 5 y 6 puntos porcentuales menores que los que presentan las provincias con mayores asistencias a la EGB.

Por su lado, Esmeraldas y Los Ríos ocupan el tercer y cuarto puesto de las provincias con mayor pobreza por NBI. La proporción de pobres en esas provincias es casi cinco veces más alta que la que se reporta en Pichincha y casi el triple del tamaño de la pobreza en Tungurahua.

Termino este cuplé afirmando, como lo hacen Cardozo y la Catalina, que la violencia convertida en miedo, abandono y muerte es “parte de un negocio que nadie puso y que todos usan”.

“En la ruleta rusa, yo soy la bala que te tocó”


 

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