martes, 3 de junio de 2014

Receta de dulce de higos

Paso 1: Cortar los higos, hacer una cruz en la parte gorda, cocinar por una hora y desaguar.  
La casa de dos aguas, construida en una sola planta, con su sala - comedor comunicada con la cocina por una abertura construida en medio de la pared con la intención de pasar por allí los alimentos,  al costado dos habitaciones color blanco hueso que contrastan con el color chocolate de piso, closet y puertas de madera; nos mudamos, si cruzar la calle es en realidad mudarse, cerca del retorno de nuestro padre de Chicago, era el tiempo de la segunda migración; al fondo y fuera de la construcción principal, están la cocina más un baño con ducha y el tanque de lavar junto a la parte del patio que tiene piso de cemento, una cuadricula de bordes irregulares rematada por una coladera que pretende estar en el centro del polígono.
Luego está el patio de tierra, en buena parte cubierto por las ramas de una higuera que se ha tomado casi todo el espacio disponible (solo deja espacio para el taller del abuelo) y que cada febrero se llena de higos verdes y dulces que nos gusta recoger amontonándolos dentro de un balde (verde) luego de quitarle con la mano algunos de los insectos que habitan la higuera.
“Años después recordaría el viejo árbol de higo, cuando lo encontré, en el fondo del patio de los Buendía Iguarán, disfrazado del castaño al que se había amarrado a José Arcadio, en otra ocasión lo encontré señalando el lugar de la captura de Guevara en la Quebrada del Churo”
Paso 2: hervir agua con panela y canela hasta que se convierta en miel
Al frente otro patio de cemento es la cancha para los partidos de fútbol entre el Murialdo y el Macará, yo me “enfundaba” la celeste del “yerbita” Estupiñan pero nunca fui un buen jugador.  El patio estaba cercado por una malla de rombos sostenida en varios tubos alzados sobre los 30 cm de la pared de cemento revestida de pequeñas piedras. La puerta, también de tubo y malla abre para dar a la calle Argentina, sitio de encuentro de los primos para jugar al tingo o la culebra y que alguna vez, en la primera fiebre de las bicicletas, fue la pista de Evel Knievel y sus acrobacias aéreas, la mía – la bicicleta - era una chopper amarilla poco útil para los saltos de altura que practicábamos con solo colocar una tabla sobre una piedra como pista para ganar altura, acrobacias que siempre terminaban con alguno de nosotros lleno de raspones en rodillas y codos.
A todos les gustaba salir, incluso a mí, pero lo mío era dentro de la casa, leyendo o jugando con el Pancho y el Rintin o haciendo "golpe" mientras el abuelo, al que recuerdo siempre con su pantalón negro y su blanquísima camisa de puños remangados,  con un martillo en la mano y un paquete de cigarrillos full blanco casi vacío  dentro del bolsillo en el pecho, con tres clavos entre los labios listos para ser clavados uno a uno en una tabla recién cepillada.
Es la época de los Titanes en el Ring con sus canciones pegajosas que se repiten una y otra vez en un tocadiscos que solo descansa cuando hay que cambiarle la aguja. A mí me gustaba mucho Pepino el payaso, el Caballero Rojo y el malvado juez William Boo.
“Me veo, mojado y contando las gotas que se van formando en cada uno de los canales de las hojas de zinc  del techo del taller; una, dos, tres…caen abriendo una hilera de huecos en el piso de tierra del patio. En el taller del carpintero no hace tanto frío como en la lavandería del hospital de Vallegrande, pero siempre permanece igual, nada se mueve, nada se altera, además es siempre lunes y siempre octubre como en el cuarto de Melquiades (lunes y marzo)”.

Paso 3: Cocinar los higos en la miel de panela, servir cuando esté listo.
Los higos van cayendo en la miel de panela, de a uno, lentamente y con una cruz en la parte gorda; mientras hierve la miel se va ennegreciendo el fruto, apenas pasa por la puerta de doble hoja que separa el comedor del patio trasero y de la cocina, el olor dulzón de la panela comprada en Pilaló va saturando toda la casa; en la mesa un par de quesos -regalo de algún compadre de Isinliví- junto con algunos panes, suficientes para los que estamos hoy –incluidos los que se fueron y los que vendrán- cientos como cualquier sábado o cualquier domingo de cualquier mes y año.
Tomo tres higos algo de queso y pan.
“Hoy recordé el día en que el coronel se enfrentó al pelotón de fusilamiento, así como él a su tiempo recordará el día en que su padre lo llevó a conocer el hielo, en la Higuera suena un disparo, dura un segundo, para mi el grito es eterno”.
Ambato, 30 de mayo de 2014

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