jueves, 13 de abril de 2017

Legión de ángeles.

Casi es la media noche del domingo primero de mayo de 2016 cuando llegamos a Manta, ha pasado ya un mes y medio desde el día del terremoto que afectó seriamente a las provincias de Esmeraldas y Manabí y que dejó importantes daños también en otras localidades del país. 

Desde la vía que viene de Montecristi, el vehículo que nos transporta, toma por la calle 4 de Noviembre, nuestra intención es llegar hasta la costanera y de ahí dirigirnos al hotel para pasar lo que resta de la madrugada pues los planes trazados determinan que debemos comenzar las actividades muy temprano; un contingente de funcionarios del INEC, que como voluntarios trabajarán en el levantamiento de información, empezará a llegar desde las primeras horas de la mañana.

Encontrar la vía cerrada hace que giremos hacia la derecha, debemos estar muy cerca del barrio Tarqui pues en pocos segundos aparecen varios montones de ladrillo y cemento, restos de lo que hasta hace poco fueron casas dignas, construidas con amor y sacrificio por las mismas familias que a esa hora duermen en la calle. Las carpas (unas improvisadas y otras entregadas por las instituciones de atención primaria) nos dicen que falta mucho por hacer aunque sabemos que ha pasado lo más complicado y doloroso, que se mantiene el esfuerzo de las instituciones públicas, la solidaridad de la empresa privada y ante todo el ánimo de los ciudadanos que desde cada rincón del país, de forma organizada, envían ayuda y socorro para la población afectada.

Nuestra labor, la del INEC, inició el mismo sábado 26 de abril y para el lunes 28 teníamos un bosquejo de lo que haríamos. Nuestra primera decisión fue emprender en aquello que aporte  de forma sustantiva a las actividades de reconstrucción, así lo comunicamos al interior de la institución: “nuestro momento será luego de que los organismos de auxilio hayan concluido su tarea”. Las primeras tareas fueron investigar experiencias internacionales, planificar los operativos, proveer información y cartografía a otras instituciones, realizar simulaciones, coordinar apoyo interinstitucional y organizar los equipos de trabajo junto con la logística que nos permitiría posteriormente realizar con éxito nuestra tarea, sin comprometer las investigaciones permanentes del INEC.

Al final se priorizaron dos operativos estadísticos en campo, una investigación en establecimientos económicos para cuantificar las “perdidas y daños” causados por el terremoto en los territorios afectados, y otra para iniciar un registro de personas y hogares damnificados (posteriormente se convirtió en el Registro Único de Damnificados RUD que fue entregado al MCDS para continuar con su levantamiento y actualización). Con esos fines el INEC constituyó varios equipos de trabajo, los más numerosos fueron los de campo para el levantamiento de información en establecimientos económicos y en albergues y refugios, este último contó también con delegados del Ministerio de Vivienda, Ministerio Coordinador de Desarrollo Social, SENPLADES, Universidad Estatal Eloy Alfaro de Manta, entre otros. Otros equipos se organizaron con tareas específicas como digitación, crítica y control de calidad; montar un Call Center que fue el encargado de recuperar información de informantes que no fue posible ubicar en campo y otro, no menos importante, de apoyo administrativo (y logístico). Tan grande esfuerzo requirió la participación de personal de todas las direcciones y coordinaciones del INEC, tanto de administración central como de zonales.

El operativo fue armado con la estreches de los recursos con los que en ese momento contamos y consistió en definir territorios a investigar, recabar información sobre la ubicación y número de albergues y refugios (que en campo no siempre fue útil), armar un centro de digitación dentro del edificio de Planta Central, otros en sendos Info-Centros del Ministerio de Telecomunicaciones; gestionar la donación de formularios impresos (suficientes para la primera salida) y manuales; motivar la participación voluntaria de los funcionarios del INEC que se volcaron inmediatamente a la tarea propuesta; gestionar más voluntarios en otras instituciones del estado; armar kits de alimentos para dotación única de cada uno de los funcionarios voluntarios (donada por quienes se quedaron para garantizar la operatividad normal de la institución); contratar vehículos, gestionar buses (que nos los facilitó el Ministerio Coordinador de Seguridad); capacitar equipos de campo, de digitación y de Call Center; comunicar internamente y de forma interinstitucional; en resumen, fue resolver la complejidad de una operación que habría exigido meses de planificación si no hubiera sido por la premura del tiempo, la ausencia de recursos suficientes y en especial por la extraordinaria capacidad técnica, experiencia y solidaridad de la gente del INEC (y del liderazgo probado de su equipo de directores y coordinadores zonales).

Debo remarcar que el operativo no estuvo libre de dificultades que fueron resueltas conforme aparecieron; por ejemplo, en mi segundo viaje para acompañar el levantamiento, mi jornada debió iniciar en Pedernales el 18 de mayo, allí nos encontraríamos con un contingente asignado por otras instituciones, refuerzo necesario para lograr el registro de damnificados en una segunda etapa que la hicimos con un operativo tipo censo en las zonas urbanas con mayor número de viviendas afectadas; una fuerte réplica de 6.8 grados (la segunda del día) nos sorprendió mientras hablábamos con el personal que para esa hora ya había sido capacitado y que debía iniciar el trabajo de campo en las primeras horas de la tarde; para cuando la réplica terminó y la gente se había tranquilizado, quedamos en medio del patio (solos) los dos funcionarios INEC intentando infructuosamente recobrar el apoyo ofrecido, fue mayor el temor que la responsabilidad por iniciar la jornada, algo que se podía entender no solo por el caos que provocó la réplica, también por los visibles daños en la infraestructura del edificio que albergaba el COE Cantonal de Pedernales en el cual nos encontrábamos.

La solidaridad y la empatía convivían en cada jornada aunque algún medio virtual nos acusó de enfermar “de esperanza” a la gente en Bahía, nuestros equipos conformados por personal de campo, de muestreo, administrativos, de comunicación, de planificación, tecnologías, mujeres, hombres, directores, personal de contrato y de nombramiento, etc. trabajaba en horario extendido, dormía en hoteles o en carpas (dependiendo de que podían encontrar), se veía motivado a pesar del cansancio y lo complejo de la tarea. Cada persona con la que hablábamos era una historia que superaba lo que la herramienta podía recoger (de tristeza, esperanza y fortaleza), en cada visita nos acogían con amabilidad y en la mayoría de los casos, las palabras de esperanza y el alimento compartido venia de las manos de quienes pretendíamos ayudar, seguro recibimos más (en enseñanza y experiencia) de lo que pudimos dar.

Las dos semanas posteriores a mi primera llegada a Manta las pase entre Montecristi, Pedernales, Jama, Bahía, Canoa, San Vicente, Santo Domingo, Portoviejo, el Carmen, Chone, caminando con los voluntarios, acompañando a los responsables, aprendiendo de los más experimentados, aupando a los más jóvenes (no siempre lo logré, algunos desertaron, ni uno del INEC), hablando con la gente en establecimientos económicos, albergues y refugios, visite los lugares más afectados (las llamadas zona cero); mantuve algunas reuniones con autoridades, voluntarios, medios de comunicación; vi llorar a expertos en desastres, vi el desespero de quien siente que la tarea le supera y vi el festejo del equipo cuando sabe que el trabajo fue concluido, más el resumen de la experiencia personal se centra en una imagen captada en una fotografía que pude tomar (con la Nikon que siempre me acompaña) el 7 de mayo de 2016, en ella se ve a un grupo de niños transportando dentro de una carretilla algunas botellas de agua para repartir entre sus vecinos que permanecen en carpas desde la tarde del terremoto en el que perdieron sus casas, algunos a familiares y amigos en el barrio Lomas del Viento de Manta;  después, como testimonio sobre la gente que conocí y la experiencia vivida, escribí en una de mis redes sociales: “Hoy conocí a la legión de ángeles y vi trabajar a los héroes. ¡Todos son manabitas! Están en las calles cuidándose y cuidando” y es cierto.

...

Nota: Hoy, estoy seguro que fue una tarea superior a nuestra capacidad en ese momento, de ahí solo podíamos salir mejores y así salimos.

La memoria completa usted la puede encontrar en este link: 
http://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Bibliotecas/Libros/Memorias%2013%20abr%202017.pdf

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