miércoles, 31 de diciembre de 2014

El 2014 en 12 imagenes

Enero: Pastor y sus ovejas / Quilotoa
Febrero: Dobles de acción / Orlando

Marzo: Cuando termina la fiesta / Ambato
Abril: Solitario / Galápagos

Mayo: El Capitolio (de Panem) / Washington
Junio: Saludo de paz / Ambato




Julio: El conejo de Alicia / "El mejor lugar del mundo"
Agosto: Amazona / "El mejor lugar del mundo"




Septiembre: Amigos / Ambato
Octubre: Dos niños / Ambato

Noviembre: Adelita / México



Diciembre: Familia / Ambato

lunes, 15 de diciembre de 2014

Día de muertos

Desde el avión las calles del DF parecen tomadas por dos serpientes que se mueven en sentidos opuestos, una viene y nos mira con sus cientos y cientos de ojos amarillos, la otra se aleja mostrando su lomo cubierto de plumas de color rojo furioso, ambas reptan sin avanzar pues su cuerpo inmensamente largo ya ha copado todo el espacio que tiene disponible para su recorrido.

“No sé qué tienen las flores, Llorona, las flores del campo santo”

El olor del cempasúchil se ha tomado toda la ciudad, su flor adorna iglesias, balcones y altares de muertos. Los pétalos marcan el camino -repite dos veces la mujer que me ofrece las flores- para que los difuntos puedan regresar a comer y beber con los vivos, también anuncian nuevas despedidas - termina su premonición.

Canoas repletas del clavelón amarillo permanecen inmóviles a los costados del canal, en tierra algunos niños parecen dibujar sobre el suelo, sonríen y juegan mientras una garza  blanca y esbelta intenta ser modelo para una fotografía que nunca se toma: decenas de trajineras completan la escena, unas transportan mariachis de a cincuenta pesos la canción, otras llevan músicos yucatecos de a treinta pesos, las pequeñas embarcaciones aparecen y pululan en generación espontánea.

Las muñecas se amontonan, todas sucias, todas tristes, unas sin cabeza, unas con su cabeza sola, tiznadas, quemadas, fétidas. Están allí para ahuyentar espantos y atraer turistas –dicen- las dejaron allí luego de recogerlas del basurero –cuentan-

“Hay muertos que no hacen ruido, Llorona: y es más grande su penar”

El príncipe de Gales está de visita, es un señor mayor que habla pausado y sonríe,  que va siempre en inmaculado traje, corbata “al tono” y pañuelo en el bolsillo del pecho, le gusta bailar y aunque prefiere el té también toma café.

A su paso la gente se agolpa para verlo, él camina delante de la duquesa de Cornualles, los lugareños le ofrecen flores y le saludan extendiendo la mano, el príncipe de Gales responde con su sonrisa rancia, con sus grandes orejas, con sus dientes amarillos, con su humor inglés (ahora no viaja en su carroza de cuento de hadas). En el periódico mencionan que llegó para dar discursos mas todos saben que vino a cultivar chinampas.

Los políticos han pintado el palacio con colores rojo, azul y blanco, para recibir al príncipe y a la duquesa, al terminar se han metido todos dentro del palacio y no hay quien los saque;  afuera los vendedores informales juegan al gato y al ratón con la policía, juntos danzan en fechoría sincrónica, se divierten entre gritos y el barullo de la calle, hasta que con un chiflido desaparece todo y todos, la duquesa, la carroza, la sonrisa rancia y hasta el príncipe de Gales.

“Hermoso huipil llevabas, Llorona, que la virgen te creí”

¡Una botella de tequila!, ¡del mejor!, ¡dos vasos!

Su vestido: blanco hueso; su chal: negro noche, bordado en oro y sangre. Una mesa, cuatro sillas, dos vacías. Ella se sienta frente a mí, en el centro de la mesa coloca una botella de tequila y dos vasos, vierte en ellos el líquido rojizo hasta colmarlos. ¡Bebe!, no tomo alcohol -le digo-; ¡bebe!, me niego; ¡bebe!, golpea la mesa con la boca de un vaso ya vacío luego de verter el contenido en su guargüero; ¡bebe!, empuja hacia mí el vaso lleno; ¡bebe!...

La muerte es una mujer bella que me mira con sus órbitas vacías, sin ojos; su palabra es melodía cuando me habla desde su boca sin labios, sin lengua; se calla, respira, ¡pum!... ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!

La luz del sol traspasa el cristal que da hacia la calle vacía en Iguala.

“Ay de mi Llorona, Llorona llévame al río”

Voy por la Alameda, sigo a una mujer que camina apoyada en el brazo del grabador Posada, si, el de Aguascalientes; él va de inmaculado traje, sombrero, corbata “al tono” y pañuelo en el bolsillo del pecho; ella de largo vestido con sombrero de plumas, reconozco al dios Quetzalcóatl colgando del pescuezo de la Doña; junto a ella están Dieguito y Frida, yin – yang, blanco – azul, amor – dolor.

El olor fétido del cempasúchil ha cubierto todo, como en cada día de muertos, la garúa es tan blanda que no moja, vamos rumbo al zócalo, somos muchos, solo faltan cuarenta y tres.


México DF - 2014 

lunes, 25 de agosto de 2014

#Respecto al #Respeto


Por hoy 9 puntos, ya añadiré otros, quizás pronto sean 87 o más,



      

1.       #Respeto a quien piensa diferente (el irrespeto siempre fue sirviente fiel del tirano y del truhán), de cada idea que recibo aprendo por comparación, por sinergia, por sincretismo, por convivencia de ideas. A quien promueve un pensamiento único también la #Respeto, de lejos, al final estará sola con su sola idea, terminará víctima de la compañía de su propia presencia.

2.       #Respeto a quien dice la verdad, a quien actúa por principios y se sustenta en valores, solo así se transforma por revolución. A quién miente también la #Respeto, confundido, pues sé que la verdad tiene una cara diferente para cada observador, a quien cree la mentira la #Respeto aún más, es doblemente inocente.

3.       #Respeto a quien obra de buena fe, si a algo tiene derecho un ser humano es a equivocarse, si se tropieza y se cae y se levanta y se cae otra vez, es porque está creciendo. A la que actúa a escondidas y con maldad también la #Respeto, con el pecho abierto, pues cada piedra que lance le hará a ella más daño que el que cause a quien escogió para enemigo y a quien ataca con flechas de tinta (las que hieren al buen nombre pero no lo matan).

4.       #Respeto a quien ama profundamente, así se construyen utopías, con entrega y cuidado de lo amado. A quien solo dice amar también la #Respeto, asombrado, descubriendo que así entiende sus ángeles, santos y altares utilitarios, de los que come y se satisface.

5.       #Respeto a quien en cada paso por pequeño que sea y en cada acto por humilde que parezca propone el beneficio del otro como premisa para el suyo. A quien individualiza el placer y el logro también la #Respeto, aburrido, pues sé que no podrá disfrutarlo ni compartirlo ni acaso alcanzarlo.

6.       #Respeto a quien tiene el don de la emoción hasta las lágrimas, más si en lo efímero pone el alma, en la “causa perdida” pone el esfuerzo de su vida, ese o aquella es imprescindible. A quien se endurece con cada golpe también la #Respeto, alejado, pues sé que al final tendrá colocada una coraza entre su corazón y el mundo.

7.       #Respeto a quien cultiva el poder y lo utiliza para servir, construir, apoyar, aportar, conducir, sembrar. A quien pretende servirse del poder también la #Respeto, con tristeza, la que da la desilusión que experimentarán al perder lo que no tienen (porque no existe) o al entender que poder y dinero son quimera.

8.       #Respeto a quien no clasifica a las personas, no las enlista ni en altos ni en bajos ni en gordos ni en flacos ni en tristes ni en alegres ni en unos ni en otras, pues los sabe iguales. A quien caracteriza al “distinto” y lo juzga desde la moral también la #Respeto, cansado, al descubrir una y otra vez que utilizan la moral para cubrir su cuerpo desnudo cuando hace calor para volverlo a destapar cuando sienten frío.

9.       #Respeto a quien ofrece respeto, por correcto y adecuado, por norma de convivencia, por convicción, por decencia, porque no hay otra opción posible. A quien no lo hace también la #Respeto, dolorido, es seguro que tendrá algo de razón o mucho de conveniencia, al fin no me quitan nada (solo tengo lo que soy) y por eso nada se añaden.



...

martes, 3 de junio de 2014

Receta de dulce de higos

Paso 1: Cortar los higos, hacer una cruz en la parte gorda, cocinar por una hora y desaguar.  
La casa de dos aguas, construida en una sola planta, con su sala - comedor comunicada con la cocina por una abertura construida en medio de la pared con la intención de pasar por allí los alimentos,  al costado dos habitaciones color blanco hueso que contrastan con el color chocolate de piso, closet y puertas de madera; nos mudamos, si cruzar la calle es en realidad mudarse, cerca del retorno de nuestro padre de Chicago, era el tiempo de la segunda migración; al fondo y fuera de la construcción principal, están la cocina más un baño con ducha y el tanque de lavar junto a la parte del patio que tiene piso de cemento, una cuadricula de bordes irregulares rematada por una coladera que pretende estar en el centro del polígono.
Luego está el patio de tierra, en buena parte cubierto por las ramas de una higuera que se ha tomado casi todo el espacio disponible (solo deja espacio para el taller del abuelo) y que cada febrero se llena de higos verdes y dulces que nos gusta recoger amontonándolos dentro de un balde (verde) luego de quitarle con la mano algunos de los insectos que habitan la higuera.
“Años después recordaría el viejo árbol de higo, cuando lo encontré, en el fondo del patio de los Buendía Iguarán, disfrazado del castaño al que se había amarrado a José Arcadio, en otra ocasión lo encontré señalando el lugar de la captura de Guevara en la Quebrada del Churo”
Paso 2: hervir agua con panela y canela hasta que se convierta en miel
Al frente otro patio de cemento es la cancha para los partidos de fútbol entre el Murialdo y el Macará, yo me “enfundaba” la celeste del “yerbita” Estupiñan pero nunca fui un buen jugador.  El patio estaba cercado por una malla de rombos sostenida en varios tubos alzados sobre los 30 cm de la pared de cemento revestida de pequeñas piedras. La puerta, también de tubo y malla abre para dar a la calle Argentina, sitio de encuentro de los primos para jugar al tingo o la culebra y que alguna vez, en la primera fiebre de las bicicletas, fue la pista de Evel Knievel y sus acrobacias aéreas, la mía – la bicicleta - era una chopper amarilla poco útil para los saltos de altura que practicábamos con solo colocar una tabla sobre una piedra como pista para ganar altura, acrobacias que siempre terminaban con alguno de nosotros lleno de raspones en rodillas y codos.
A todos les gustaba salir, incluso a mí, pero lo mío era dentro de la casa, leyendo o jugando con el Pancho y el Rintin o haciendo "golpe" mientras el abuelo, al que recuerdo siempre con su pantalón negro y su blanquísima camisa de puños remangados,  con un martillo en la mano y un paquete de cigarrillos full blanco casi vacío  dentro del bolsillo en el pecho, con tres clavos entre los labios listos para ser clavados uno a uno en una tabla recién cepillada.
Es la época de los Titanes en el Ring con sus canciones pegajosas que se repiten una y otra vez en un tocadiscos que solo descansa cuando hay que cambiarle la aguja. A mí me gustaba mucho Pepino el payaso, el Caballero Rojo y el malvado juez William Boo.
“Me veo, mojado y contando las gotas que se van formando en cada uno de los canales de las hojas de zinc  del techo del taller; una, dos, tres…caen abriendo una hilera de huecos en el piso de tierra del patio. En el taller del carpintero no hace tanto frío como en la lavandería del hospital de Vallegrande, pero siempre permanece igual, nada se mueve, nada se altera, además es siempre lunes y siempre octubre como en el cuarto de Melquiades (lunes y marzo)”.

Paso 3: Cocinar los higos en la miel de panela, servir cuando esté listo.
Los higos van cayendo en la miel de panela, de a uno, lentamente y con una cruz en la parte gorda; mientras hierve la miel se va ennegreciendo el fruto, apenas pasa por la puerta de doble hoja que separa el comedor del patio trasero y de la cocina, el olor dulzón de la panela comprada en Pilaló va saturando toda la casa; en la mesa un par de quesos -regalo de algún compadre de Isinliví- junto con algunos panes, suficientes para los que estamos hoy –incluidos los que se fueron y los que vendrán- cientos como cualquier sábado o cualquier domingo de cualquier mes y año.
Tomo tres higos algo de queso y pan.
“Hoy recordé el día en que el coronel se enfrentó al pelotón de fusilamiento, así como él a su tiempo recordará el día en que su padre lo llevó a conocer el hielo, en la Higuera suena un disparo, dura un segundo, para mi el grito es eterno”.
Ambato, 30 de mayo de 2014

lunes, 17 de febrero de 2014

Todos vienen a tomar café

Dos monedas de dos reales, para comprar panela,  el sombrero negro borsalino y el litro de leche recibido como parte de pago por “La Palma”  reposan sobre una repisa de la cocina. Es un cuarto amplio de paredes blancas, el par de ventanas que dan hacia la calle que lleva al cementerio del pueblo y la puerta doble que permite el acceso desde el patio central de la casa aportan con luz suficiente para que la Leonilde pueda moverse con seguridad dentro de la habitación, -todos vienen a tomar café hoy y seguro se quedarán a la merienda- repite mentalmente mientras remueve los fideos, el frejol y las papas que hace un buen rato se cocinan en el fogón de leña y viruta.

Afuera el ambiente está lleno con el olor del tabaco de envolver que proviene del cigarrillo que el César sostiene con una mano mientras mece con la otra el tarro de lata donde calienta, sobre un reverbero, la cola de carpintero que luego utilizará para unir las piezas del juguete de madera que hace semanas construye. -Lo pintare de blanco pues será un tanquero de leche- se dice. Por unos minutos deja de revolver la mezcla para ocuparse en acomodar unas viejas horquillas de esas que sirven para lanzar piedras, tira al suelo el cigarrillo que hace años dejo de fumar y lo apaga aplastándolo con el pie.

La mesa está puesta desde el mediodía, un mantel de plástico blanco, con vivos rojos y verdes, la protege y le da vida, alrededor de ella se han colocado una banca y varias sillas color habano que el César hizo con sus propias manos. Los platos de fierro enlosado ya están dispuestos y en espera del café humeante que llegará con la taza celeste del mismo material. -César, mándale a la Margarita a comprar el pan en la tienda de la vuelta, sí, donde el vecino de Ingahurco. los varones que le digan al Ñato que venga, seguro tendrá que quedarse hasta la madrugada en el Café de Perico-

-Hoy llega mi hermana- le dice la Leonilde a Carmen, la hermana del César, cuando apenas la ve entrar en la cocina, -el Olmedo y la Laura salieron a darle el encuentro con Mamita-, está un poco trascuerda le confiesa, -ayer le vi guardándose las monedas de la alcancía de los guambras-. -Estarán en la mesa casi todos mis hermanos- repite sin darle tiempo para comentar -el Guillermo también viene y la Clemencia y el Pepe, mi sobrino-. -Somos muchos y faltan por llegar más- añade en su mente.

En el centro de la plaza, en medio de la bruma, la Abuela Esther ve brillar el bus que viene de Saquisili, allá como un punto, en lo alto, en el mismo sitio en que años atrás se apagó el destello intermitente que emitía el ataúd del Celio Caicedo -ni el mismo se acuerda donde fue enterrado- le dice a sus hijos, repitiendo una vez más la historia que cuenta cada vez que ve acercarse el bus, -la Laura era chiquitita cuando al Celio le hirieron en Malqui- termina.

-¡Hola Flor!- dice la Laura minutos después; la Flor, solo les sonríe, esta vez sin llorar, va de blanco inmaculado, con un vestido largo de una pieza, zapatos y medias blancas, en la mano lleva una carta, no tiene maletas; un niño de cabello negrísimo les mira atento desde la ventana del bus.

Junto a la Tenencia Política, casi escondidos junto a una destruida pared de bareque el Sergio y el Carlos intentan ensillar un caballo, sus risas delatan que le están jugando una broma a alguien. -De puro jodido le dije, levántate que no te puedo pegar en lo echado- se oye que el Carlos le cuenta al Sergio como epílogo de alguna picardía anterior, entonces la carcajada cómplice de los hermanos se hace más fuerte y evidente.

Al otro lado de la plaza, junto a la Iglesia, cruzando la calle, los primeros invitados están llegando a una fiesta en honor del Coronel Lasso. El dueño de casa ensaya algunas canciones en su vieja mandolina mientras alguna joven quedamente comenta –Uy!, que manos del Maximino, pero sin verle la cara- provocando unas tenues risitas que llenan el salón principal de la Casa de la familia Ordóñez.


-César, el café esta listo-
-A mi la mitadcita nomás porque me embota el estómago- responde, devolviendo la mirada con sus profundos ojos celestes.
 
El tanquero de madera blanco como la cúpula de la catedral me estará esperando en el patio, allí entre el maizal y la mesa de carpintero del abuelo.
¡Ve el guambrito ha venido!, escucho.
¡Hola Flor!, respondo.

Entrada destacada

Resumen de la presentación del libro "Los Guerrero, Genealogía i Bitácora".

Ambato, viernes 22 de febrero de 2019 Teatro del Centro Cultural Eugenia Mera