Paso 1: Cortar los
higos, hacer una cruz en la parte gorda, cocinar por una hora y desaguar.
La casa de dos aguas, construida en una sola planta, con su
sala - comedor comunicada con la cocina por una abertura construida en medio de
la pared con la intención de pasar por allí los alimentos, al costado dos habitaciones color blanco hueso
que contrastan con el color chocolate de piso, closet y puertas de madera; nos
mudamos, si cruzar la calle es en realidad mudarse, cerca del retorno de
nuestro padre de Chicago, era el tiempo de la segunda migración; al fondo y
fuera de la construcción principal, están la cocina más un baño con ducha y el
tanque de lavar junto a la parte del patio que tiene piso de cemento, una
cuadricula de bordes irregulares rematada por una coladera que pretende estar
en el centro del polígono.
Luego está el patio de tierra, en buena parte cubierto
por las ramas de una higuera que se ha tomado casi todo el espacio disponible (solo
deja espacio para el taller del abuelo) y que cada febrero se llena de higos
verdes y dulces que nos gusta recoger amontonándolos dentro de un balde (verde) luego de quitarle con la mano algunos de los insectos que habitan la higuera.
“Años después recordaría el viejo árbol de higo, cuando lo
encontré, en el fondo del patio de los Buendía Iguarán, disfrazado del castaño
al que se había amarrado a José Arcadio, en otra ocasión lo encontré señalando
el lugar de la captura de Guevara en la Quebrada del Churo”
Paso 2: hervir agua
con panela y canela hasta que se convierta en miel
Al frente otro patio de cemento es la cancha para los
partidos de fútbol entre el Murialdo y el Macará, yo me “enfundaba” la celeste
del “yerbita” Estupiñan pero nunca fui un buen jugador. El patio estaba cercado por una malla de rombos
sostenida en varios tubos alzados sobre los 30 cm de la pared de cemento
revestida de pequeñas piedras. La puerta, también de tubo y malla abre para dar a la calle Argentina, sitio de encuentro de los primos para jugar al tingo
o la culebra y que alguna vez, en la primera fiebre de las bicicletas, fue la
pista de Evel Knievel y sus acrobacias aéreas, la mía – la bicicleta - era una chopper
amarilla poco útil para los saltos de altura que practicábamos con solo colocar
una tabla sobre una piedra como pista para ganar altura, acrobacias que siempre terminaban
con alguno de nosotros lleno de raspones en rodillas y codos.
A todos les gustaba salir, incluso a mí, pero lo mío era
dentro de la casa, leyendo o jugando con el Pancho y el Rintin o
haciendo "golpe" mientras el abuelo, al que recuerdo siempre con su pantalón
negro y su blanquísima camisa de puños remangados, con un martillo en la mano y un paquete de
cigarrillos full blanco casi vacío
dentro del bolsillo en el pecho, con tres clavos entre los labios
listos para ser clavados uno a uno en una tabla recién cepillada.
Es la época de los Titanes en el Ring con sus canciones
pegajosas que se repiten una y otra vez en un tocadiscos que solo descansa
cuando hay que cambiarle la aguja. A mí me gustaba mucho Pepino el payaso, el
Caballero Rojo y el malvado juez William Boo.
“Me veo, mojado y contando las gotas que se van formando en cada
uno de los canales de las hojas de zinc del
techo del taller; una, dos, tres…caen abriendo una hilera de huecos en el piso
de tierra del patio. En el taller del carpintero no hace tanto frío como en la
lavandería del hospital de Vallegrande, pero siempre permanece igual, nada se
mueve, nada se altera, además es siempre lunes y siempre octubre como en el
cuarto de Melquiades (lunes y marzo)”.
Paso 3: Cocinar los
higos en la miel de panela, servir cuando esté listo.
Los higos van cayendo en la miel de panela, de a uno,
lentamente y con una cruz en la parte gorda; mientras hierve la miel se va
ennegreciendo el fruto, apenas pasa por la puerta de doble hoja que separa el
comedor del patio trasero y de la cocina, el olor dulzón de la panela comprada
en Pilaló va saturando toda la casa; en la mesa un par de quesos -regalo de algún compadre de Isinliví-
junto con algunos panes, suficientes para los que estamos hoy –incluidos los
que se fueron y los que vendrán- cientos como cualquier sábado o cualquier
domingo de cualquier mes y año.
Tomo tres higos algo de queso y pan.
“Hoy recordé el día en que el coronel se enfrentó al pelotón
de fusilamiento, así como él a su tiempo recordará el día en que su padre lo
llevó a conocer el hielo, en la Higuera suena un disparo, dura un segundo, para mi el grito es eterno”.
Ambato, 30 de mayo de 2014