Casi es la media noche del domingo primero de mayo de 2016 cuando llegamos
a Manta, ha pasado ya un mes y medio desde el día del terremoto que afectó
seriamente a las provincias de Esmeraldas y Manabí y que dejó importantes daños
también en otras localidades del país.
Desde la vía que viene de Montecristi,
el vehículo que nos transporta, toma por la calle 4 de Noviembre, nuestra
intención es llegar hasta la costanera y de ahí dirigirnos al hotel para pasar
lo que resta de la madrugada pues los planes trazados determinan que debemos
comenzar las actividades muy temprano; un contingente de funcionarios del INEC,
que como voluntarios trabajarán en el levantamiento de información, empezará a
llegar desde las primeras horas de la mañana.
Encontrar la vía cerrada hace que giremos hacia la derecha, debemos estar
muy cerca del barrio Tarqui pues en pocos segundos aparecen varios montones de
ladrillo y cemento, restos de lo que hasta hace poco fueron casas dignas, construidas
con amor y sacrificio por las mismas familias que a esa hora duermen en la
calle. Las carpas (unas improvisadas y otras entregadas por las instituciones
de atención primaria) nos dicen que falta mucho por hacer aunque sabemos que ha
pasado lo más complicado y doloroso, que se mantiene el esfuerzo de las
instituciones públicas, la solidaridad de la empresa privada y ante todo el
ánimo de los ciudadanos que desde cada rincón del país, de forma organizada,
envían ayuda y socorro para la población afectada.
Nuestra labor, la del INEC, inició el mismo sábado 26 de abril y para el
lunes 28 teníamos un bosquejo de lo que haríamos. Nuestra primera decisión fue
emprender en aquello que aporte de forma
sustantiva a las actividades de reconstrucción, así lo comunicamos al interior
de la institución: “nuestro momento será luego de que los organismos de auxilio
hayan concluido su tarea”. Las primeras tareas fueron investigar experiencias
internacionales, planificar los operativos, proveer información y cartografía a
otras instituciones, realizar
simulaciones, coordinar apoyo interinstitucional y organizar los equipos
de trabajo junto con la logística que nos permitiría posteriormente realizar con
éxito nuestra tarea, sin comprometer las investigaciones permanentes del INEC.
Al final se priorizaron dos operativos estadísticos en campo, una
investigación en establecimientos económicos para cuantificar las “perdidas y
daños” causados por el terremoto en los territorios afectados, y otra para
iniciar un registro de personas y hogares damnificados (posteriormente se
convirtió en el Registro Único de Damnificados RUD que fue entregado al MCDS
para continuar con su levantamiento y actualización). Con esos fines el INEC constituyó
varios equipos de trabajo, los más numerosos fueron los de campo para el levantamiento
de información en establecimientos económicos y en albergues y refugios, este
último contó también con delegados del Ministerio de Vivienda, Ministerio
Coordinador de Desarrollo Social, SENPLADES, Universidad Estatal Eloy Alfaro de
Manta, entre otros. Otros equipos se organizaron con tareas específicas como
digitación, crítica y control de calidad; montar un Call Center que fue el encargado
de recuperar información de informantes que no fue posible ubicar en campo y
otro, no menos importante, de apoyo administrativo (y logístico). Tan grande esfuerzo
requirió la participación de personal de todas las direcciones y coordinaciones
del INEC, tanto de administración central como de zonales.
El operativo fue armado con la estreches de los recursos con los que en ese
momento contamos y consistió en definir territorios a investigar, recabar
información sobre la ubicación y número de albergues y refugios (que en campo
no siempre fue útil), armar un centro de digitación dentro del edificio de Planta
Central, otros en sendos Info-Centros del Ministerio de Telecomunicaciones;
gestionar la donación de formularios impresos (suficientes para la primera
salida) y manuales; motivar la participación voluntaria de los funcionarios del
INEC que se volcaron inmediatamente a la tarea propuesta; gestionar más
voluntarios en otras instituciones del estado; armar kits de alimentos para
dotación única de cada uno de los funcionarios voluntarios (donada por quienes
se quedaron para garantizar la operatividad normal de la institución);
contratar vehículos, gestionar buses (que nos los facilitó el Ministerio
Coordinador de Seguridad); capacitar equipos de campo, de digitación y de Call
Center; comunicar internamente y de forma interinstitucional; en resumen, fue
resolver la complejidad de una operación que habría exigido meses de
planificación si no hubiera sido por la premura del tiempo, la ausencia de
recursos suficientes y en especial por la extraordinaria capacidad técnica,
experiencia y solidaridad de la gente del INEC (y del liderazgo probado de su
equipo de directores y coordinadores zonales).
Debo remarcar que el operativo no estuvo libre de dificultades que fueron resueltas
conforme aparecieron; por ejemplo, en mi segundo viaje para acompañar el
levantamiento, mi jornada debió iniciar en Pedernales el 18 de mayo, allí nos
encontraríamos con un contingente asignado por otras instituciones, refuerzo
necesario para lograr el registro de damnificados en una segunda etapa que la hicimos
con un operativo tipo censo en las zonas urbanas con mayor número de viviendas
afectadas; una fuerte réplica de 6.8 grados (la segunda del día) nos sorprendió
mientras hablábamos con el personal que para esa hora ya había sido capacitado
y que debía iniciar el trabajo de campo en las primeras horas de la tarde; para
cuando la réplica terminó y la gente se había tranquilizado, quedamos en medio
del patio (solos) los dos funcionarios INEC intentando infructuosamente
recobrar el apoyo ofrecido, fue mayor el temor que la responsabilidad por
iniciar la jornada, algo que se podía entender no solo por el caos que provocó la réplica, también por los visibles
daños en la infraestructura del edificio que albergaba el COE Cantonal de
Pedernales en el cual nos encontrábamos.
La solidaridad y la empatía convivían en cada jornada aunque algún medio
virtual nos acusó de enfermar “de esperanza” a la gente en Bahía, nuestros
equipos conformados por personal de campo, de muestreo, administrativos, de
comunicación, de planificación, tecnologías, mujeres, hombres, directores,
personal de contrato y de nombramiento, etc. trabajaba en horario extendido, dormía
en hoteles o en carpas (dependiendo de que podían encontrar), se veía motivado
a pesar del cansancio y lo complejo de la tarea. Cada persona con la que
hablábamos era una historia que superaba lo que la herramienta podía recoger
(de tristeza, esperanza y fortaleza), en cada visita nos acogían con amabilidad
y en la mayoría de los casos, las palabras de esperanza y el alimento compartido
venia de las manos de quienes pretendíamos ayudar, seguro recibimos más (en
enseñanza y experiencia) de lo que pudimos dar.
Las dos semanas posteriores a mi primera llegada a Manta las pase entre
Montecristi, Pedernales, Jama, Bahía, Canoa, San Vicente, Santo Domingo,
Portoviejo, el Carmen, Chone, caminando con los voluntarios, acompañando a los
responsables, aprendiendo de los más experimentados, aupando a los más jóvenes
(no siempre lo logré, algunos desertaron, ni uno del INEC), hablando con la
gente en establecimientos económicos, albergues y refugios, visite los lugares
más afectados (las llamadas zona cero); mantuve algunas reuniones con
autoridades, voluntarios, medios de comunicación; vi llorar a expertos en
desastres, vi el desespero de quien siente que la tarea le supera y vi el
festejo del equipo cuando sabe que el trabajo fue concluido, más el resumen de
la experiencia personal se centra en una imagen captada en una fotografía que
pude tomar (con la Nikon que siempre me acompaña) el 7 de mayo de 2016, en ella
se ve a un grupo de niños transportando dentro de una carretilla algunas
botellas de agua para repartir entre sus vecinos que permanecen en carpas desde
la tarde del terremoto en el que perdieron sus casas, algunos a familiares y
amigos en el barrio Lomas del Viento de Manta;
después, como testimonio sobre la gente que conocí y la experiencia
vivida, escribí en una de mis redes sociales: “Hoy conocí a la legión de
ángeles y vi trabajar a los héroes. ¡Todos son manabitas! Están en las calles
cuidándose y cuidando” y es cierto.
...
Nota: Hoy, estoy seguro que fue una tarea superior a nuestra capacidad en ese momento, de ahí solo podíamos salir mejores y así salimos.
La memoria completa usted la puede encontrar en este link:
http://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Bibliotecas/Libros/Memorias%2013%20abr%202017.pdf