Saludo: el contexto
Descubrir una ciudad es respirar de su aire, hurgar en sus rincones, visitar
sus cafetines y comer en sus mercados. Para conocer un país, hay que husmear
entre sus formas y lenguajes, apropiarse de sus historias, sumergirse en la
música de sus barrios, bailar en sus tarimas y mimetizarse con los personajes de
sus mítines y comparsas.
Aguascalientes se devela en sus trenes, su Catrina y en la Serenata
Equivocada de Palomas, La Paz se revela en la Canción para mi Hija tomada de un
cd pirata a la salida del Hernando Siles, la Lima criolla se escribe en la
factura donde Polo Campos coloca (para la dictadura) la letra del Contigo Perú,
Guayaquil es la garúa recogida en el verso de Silva al que el quiteño Guevara convertirá
en canción. Medellín resucita, de las balas asesinas en El Indio, con solo
probar el primer sorbo de café y panela. Buenos Aires se hace Piazzola y Varela
rejuntados en la Balada para un Loco frente a Montevideo que brinda con la
Falta y Resto junto al Canario Luna en el Fun Fun.
Indagar sobre las ciudades y países requiere jugar con sus números oficiales
para cuantificar su desarrollo y, en el caso de este post, contar sobre sus
muertos. Para hacerlo, he tomado prestado el lunfardo de Tabaré Cardozo y con
él he subtitulado este texto con la misma murga que presentó la Catalina en
2011.
Cuplé: el miedo
“Vengo de la cabeza, soy de una banda descontrolada. Hoy
no me cabe nada, vas a correr porque sos cagón.”
El miedo es el plan maestro de los violentos, que no necesitan del bombazo
incendiario o del disparo amedrentador porque con una simple llamada
telefónica, un mensaje de texto, un papel mal escrito o en una visita presencial
y “amistosa” nos dejan clara la amenaza, el sobresalto y las ganas de salir
corriendo. Sus rémoras y descartados se apropian del espacio público ahuyentando
a vecinos y visitantes, ellos y no otros, nos determinan horario de tránsito y peaje.
El delito es parte de nuestro convivir diario. Hemos normalizado su
presencia, a tal punto que los rostros de los violentos se han tomado noticieros
y redes, sus andaduras son la comidilla en la sobremesa familiar. Nos
alimentamos con sus peripecias como antes lo hacíamos con los dramas de tv
traídos de México, Colombia o Venezuela. Las “cabezas” han marcado la agenda
política y acaparan la discusión ciudadana mientras contaminan las instituciones
públicas, financian las empresas y colapsan los noticieros.
La extorsión, la intimidación, el secuestro extorsivo son delitos multiplicadores
del miedo. En el año 2023 su denuncia sobrepasó los 46.4 mil registros. Si consideramos que hace diez años se reportaron algo menos de 12.7 mil
denuncias y que esta cifra esconde eventos que no se denunciaron por
desconfianza en la justicia, naturalización de la violencia o por el humano temor
a enfrentar represalias, podemos concluir que en una década nuestro miedo ha
sido multiplicado por cuatro.
Salpicón: La muerte
“Como ya estoy
jugado, me chupa un huevo matarte o no. Mi vida es un infierno, mi padre es
chorro, mi madre es puta. Vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón”
Parecería ser que violentos y corrompidos ven a la muerte como solución a sus
controversias, tanto que usan las redes para exponer el castigo que han
decidido darle al cuerpo del otro, humillándolo, violándolo, rompiéndolo y cercenándolo.
Con el sacrificio de peones y alfiles sostienen su investidura como
insomnes reyes de su ajedrez inmoral. En respuesta, los escandalizados pedimos
más de lo mismo y proponemos humillación y muerte de los violentos, para así cuidar
nuestro privilegio, calmar nuestra alma y recomponer lo que debimos y no
pudimos resolver en su origen.
Lo cierto es que las muertes violentas provocadas no han dejado de crecer
en los últimos años. El número de homicidios intencionales, que incluye
homicidio, asesinato, femicidio y sicariato, pasó de 1.3 mil en 2014 a 7,8 mil
en el año que termina. El reporte de 2023 da cuenta que la violencia
interpersonal y criminal decidió deshacerse de los hombres jóvenes, las cifras
nos muestran que nueve de cada diez homicidios son provocados por la
delincuencia común mientras que seis de cada diez víctimas fueron hombres con
edades entre los 18 y 35 años.
La quirina no se ha tomado (aún) el país entero, sin embargo, pintó de rojo
sangre a las provincias de la Costa. Al cierre del año 2023, Guayas concentra
el 47% del total de homicidios intencionales, allí se han registrado 3.7 mil
eventos, es decir, han sido asesinadas 81 personas por cada 100 mil habitantes.
Asimismo, Los Ríos con 102 y El Oro con 74 superan y hasta duplican la tasa
nacional de homicidios mientras que Esmeraldas (66,5) y Manabí (58,3) exceden
esa medida a nivel nacional ¡Siete de cada diez homicidios se han producido en tres
provincias del país, Guayas, Los Ríos y Manabí!
Retirada: El abandono
“Vengo del
basurero que este sistema dejó al costado, las leyes del mercado me
convirtieron en funcional. Soy un montón de mierda brotando de las
alcantarillas, soy una pesadilla de la que no vas a despertar”
La traza del delito no solo
queda señalada en los indicadores propios de la seguridad ciudadana, sus líneas
se marcan con cifras menos intuitivas para divulgadores y analistas. Son otros
indicadores los que aportan evidencia y ubican a la violencia en la
singularidad a la que confluye su génesis y sus efectos, tal es así que basta
con mirar un par de cifras para intuir cuál es el aleteo de mariposa que
origina tan indeseables rupturas.
El análisis integral de
la inseguridad, con sus causas y sus efectos, debe mirar datos asociados con
las de las crecientes condiciones de violencia que atraviesa el país. No
hacerlo elimina esas cifras del análisis ciudadano, las exilia de la discusión
pública y deja huérfanos a los espacios de decisión política, que así terminan en
acciones exclusivamente punitivas.
Incluso los románticos de
la violencia entenderán que la economía delictual tampoco distribuye de “manera
justa” los recursos y, les quedará (otra vez) claro que la mano de obra de la
que se sirve el delito es extraída de territorios y poblaciones donde la
pobreza y la falta de oportunidades es el resultado de un sistema y un mercado
que no funcionan, realidad de la que se aprovechan los violentos.
A pesar de que la matrícula y la asistencia de los niños a las escuelas
debería ser universal y permanente, esa condición no ocurre, al menos no en la
forma como debería suceder, incluso difiere entre provincias, siendo mayor el
número de niños que no van a la escuela en aquellas provincias donde los
niveles de inseguridad y de violencia delictual son más altos.
Si bien, el abandono escolar podría estar relacionado con niveles de
violencia y acoso escolar, con la violencia intrafamiliar o con la (mala) percepción
de algunos padres sobre la utilidad de la educación, los entornos de violencia
también motivan el abandono escolar. Según el último censo nacional, Las
provincias con menores niveles de asistencia a la Educación General Básica - EGB son Guayas
(89%), Santo Domingo (90%), Los Ríos (90%), y Esmeraldas (90%), sus porcentajes
de asistencia no solo son bajos, también son entre 5 y 6 puntos porcentuales
menores que los que presentan las provincias con mayores asistencias a la EGB.
Por su lado, Esmeraldas y Los Ríos ocupan el tercer y
cuarto puesto de las provincias con mayor pobreza por NBI. La proporción de
pobres en esas provincias es casi cinco veces más alta que la que se reporta en Pichincha y casi
el triple del tamaño de la pobreza en Tungurahua.
Termino este cuplé afirmando, como lo hacen Cardozo y la Catalina, que la violencia convertida en miedo, abandono y muerte es “parte
de un negocio que nadie puso y que todos usan”.
“En la ruleta rusa, yo soy la bala que te tocó”