martes, 2 de enero de 2024

La bala que te toca: extorsión, muerte o abandono

Saludo: el contexto

Descubrir una ciudad es respirar de su aire, hurgar en sus rincones, visitar sus cafetines y comer en sus mercados. Para conocer un país, hay que husmear entre sus formas y lenguajes, apropiarse de sus historias, sumergirse en la música de sus barrios, bailar en sus tarimas y mimetizarse con los personajes de sus mítines y comparsas.

Aguascalientes se devela en sus trenes, su Catrina y en la Serenata Equivocada de Palomas, La Paz se revela en la Canción para mi Hija tomada de un cd pirata a la salida del Hernando Siles, la Lima criolla se escribe en la factura donde Polo Campos coloca (para la dictadura) la letra del Contigo Perú, Guayaquil es la garúa recogida en el verso de Silva al que el quiteño Guevara convertirá en canción. Medellín resucita, de las balas asesinas en El Indio, con solo probar el primer sorbo de café y panela. Buenos Aires se hace Piazzola y Varela rejuntados en la Balada para un Loco frente a Montevideo que brinda con la Falta y Resto junto al Canario Luna en el Fun Fun.

Indagar sobre las ciudades y países requiere jugar con sus números oficiales para cuantificar su desarrollo y, en el caso de este post, contar sobre sus muertos. Para hacerlo, he tomado prestado el lunfardo de Tabaré Cardozo y con él he subtitulado este texto con la misma murga que presentó la Catalina en 2011.

Cuplé: el miedo

“Vengo de la cabeza, soy de una banda descontrolada. Hoy no me cabe nada, vas a correr porque sos cagón.”

El miedo es el plan maestro de los violentos, que no necesitan del bombazo incendiario o del disparo amedrentador porque con una simple llamada telefónica, un mensaje de texto, un papel mal escrito o en una visita presencial y “amistosa” nos dejan clara la amenaza, el sobresalto y las ganas de salir corriendo. Sus rémoras y descartados se apropian del espacio público ahuyentando a vecinos y visitantes, ellos y no otros, nos determinan horario de tránsito y peaje.

El delito es parte de nuestro convivir diario. Hemos normalizado su presencia, a tal punto que los rostros de los violentos se han tomado noticieros y redes, sus andaduras son la comidilla en la sobremesa familiar. Nos alimentamos con sus peripecias como antes lo hacíamos con los dramas de tv traídos de México, Colombia o Venezuela. Las “cabezas” han marcado la agenda política y acaparan la discusión ciudadana mientras contaminan las instituciones públicas, financian las empresas y colapsan los noticieros.

La extorsión, la intimidación, el secuestro extorsivo son delitos multiplicadores del miedo. En el año 2023 su denuncia sobrepasó los 46.4 mil registros. Si consideramos que hace diez años se reportaron algo menos de 12.7 mil denuncias y que esta cifra esconde eventos que no se denunciaron por desconfianza en la justicia, naturalización de la violencia o por el humano temor a enfrentar represalias, podemos concluir que en una década nuestro miedo ha sido multiplicado por cuatro.

Salpicón: La muerte

“Como ya estoy jugado, me chupa un huevo matarte o no. Mi vida es un infierno, mi padre es chorro, mi madre es puta. Vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón”

Parecería ser que violentos y corrompidos ven a la muerte como solución a sus controversias, tanto que usan las redes para exponer el castigo que han decidido darle al cuerpo del otro, humillándolo, violándolo, rompiéndolo y cercenándolo.

Con el sacrificio de peones y alfiles sostienen su investidura como insomnes reyes de su ajedrez inmoral. En respuesta, los escandalizados pedimos más de lo mismo y proponemos humillación y muerte de los violentos, para así cuidar nuestro privilegio, calmar nuestra alma y recomponer lo que debimos y no pudimos resolver en su origen.

Lo cierto es que las muertes violentas provocadas no han dejado de crecer en los últimos años. El número de homicidios intencionales, que incluye homicidio, asesinato, femicidio y sicariato, pasó de 1.3 mil en 2014 a 7,8 mil en el año que termina. El reporte de 2023 da cuenta que la violencia interpersonal y criminal decidió deshacerse de los hombres jóvenes, las cifras nos muestran que nueve de cada diez homicidios son provocados por la delincuencia común mientras que seis de cada diez víctimas fueron hombres con edades entre los 18 y 35 años.

La quirina no se ha tomado (aún) el país entero, sin embargo, pintó de rojo sangre a las provincias de la Costa. Al cierre del año 2023, Guayas concentra el 47% del total de homicidios intencionales, allí se han registrado 3.7 mil eventos, es decir, han sido asesinadas 81 personas por cada 100 mil habitantes. Asimismo, Los Ríos con 102 y El Oro con 74 superan y hasta duplican la tasa nacional de homicidios mientras que Esmeraldas (66,5) y Manabí (58,3) exceden esa medida a nivel nacional ¡Siete de cada diez homicidios se han producido en tres provincias del país, Guayas, Los Ríos y Manabí!

Retirada: El abandono

 “Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, las leyes del mercado me convirtieron en funcional. Soy un montón de mierda brotando de las alcantarillas, soy una pesadilla de la que no vas a despertar”

La traza del delito no solo queda señalada en los indicadores propios de la seguridad ciudadana, sus líneas se marcan con cifras menos intuitivas para divulgadores y analistas. Son otros indicadores los que aportan evidencia y ubican a la violencia en la singularidad a la que confluye su génesis y sus efectos, tal es así que basta con mirar un par de cifras para intuir cuál es el aleteo de mariposa que origina tan indeseables rupturas.

El análisis integral de la inseguridad, con sus causas y sus efectos, debe mirar datos asociados con las de las crecientes condiciones de violencia que atraviesa el país. No hacerlo elimina esas cifras del análisis ciudadano, las exilia de la discusión pública y deja huérfanos a los espacios de decisión política, que así terminan en acciones exclusivamente punitivas.

Incluso los románticos de la violencia entenderán que la economía delictual tampoco distribuye de “manera justa” los recursos y, les quedará (otra vez) claro que la mano de obra de la que se sirve el delito es extraída de territorios y poblaciones donde la pobreza y la falta de oportunidades es el resultado de un sistema y un mercado que no funcionan, realidad de la que se aprovechan los violentos.

A pesar de que la matrícula y la asistencia de los niños a las escuelas debería ser universal y permanente, esa condición no ocurre, al menos no en la forma como debería suceder, incluso difiere entre provincias, siendo mayor el número de niños que no van a la escuela en aquellas provincias donde los niveles de inseguridad y de violencia delictual son más altos.

Si bien, el abandono escolar podría estar relacionado con niveles de violencia y acoso escolar, con la violencia intrafamiliar o con la (mala) percepción de algunos padres sobre la utilidad de la educación, los entornos de violencia también motivan el abandono escolar. Según el último censo nacional, Las provincias con menores niveles de asistencia a la Educación General Básica - EGB son Guayas (89%), Santo Domingo (90%), Los Ríos (90%), y Esmeraldas (90%), sus porcentajes de asistencia no solo son bajos, también son entre 5 y 6 puntos porcentuales menores que los que presentan las provincias con mayores asistencias a la EGB.

Por su lado, Esmeraldas y Los Ríos ocupan el tercer y cuarto puesto de las provincias con mayor pobreza por NBI. La proporción de pobres en esas provincias es casi cinco veces más alta que la que se reporta en Pichincha y casi el triple del tamaño de la pobreza en Tungurahua.

Termino este cuplé afirmando, como lo hacen Cardozo y la Catalina, que la violencia convertida en miedo, abandono y muerte es “parte de un negocio que nadie puso y que todos usan”.

“En la ruleta rusa, yo soy la bala que te tocó”


 

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