miércoles, 14 de febrero de 2024

Población y resiliencia, 70 años de historia de los censos en el Ecuador.

El tiempo que separa el primer censo moderno realizado en Ecuador del último, ejecutado en 2022, es de apenas 72 años, un periodo similar al estimado como expectativa de vida para los ecuatorianos. Durante ese intervalo, la población registrada aumentó desde 3.2 hasta 16.9 millones de personas, compartiendo características comunes en los dos censos, como una mayor presencia de mujeres en la población contada y a Guayaquil como la ciudad más poblada del país.

Realizado, apenas quince meses después del terremoto de Ambato (agosto de 1949) que destruyó Pelileo, Píllaro, Guano y Ambato, seísmo que dejó seis mil muertos y 100 mil personas sin vivienda, el primer censo contó a quienes residían en el país al 29 de noviembre de 1950 e incluyó preguntas sobre tipo de vivienda, servicio de agua y número de cuartos, sin llegar a ser considerado un censo de vivienda.

Una de sus particularidades fue la indagación sobre "idioma y dialectos aborígenes", donde 12.55% de las personas mayores de seis años declararon hablarlos, siendo 6.94% quienes lo hacían de manera exclusiva (hablantes monolingues de Quichua, Cayapa, Jibaro o Záparo). La consulta sobre “idioma y dialectos” representó un intento por cuantificar la población indígena, aspecto retomado con fuerza recién en el año 2001, antes, el censo de 1990 había incluido una pregunta sobre “lengua nativa”.

Un número particularmente llamativo da cuenta de que, entre los jefes de familia que hablaban Quichua, el 92.35% eran analfabetos, cifra que coincide en tiempo y urgencia con el aparecimiento de las “escuelas clandestinas” (años 1940 a 1960) de Yanahuaico, Chimba, San Pablo Urco y Pesillo, más otras que resultan del impulso de una organización indígena apenas naciente para esas fechas.

El censo de 1950 también incluyó una pregunta sobre el uso de zapatos, considerando entre las categorías de respuesta el uso de oshotas o alpargatas y, a la que el 49.24% de los jefes de familia respondieron andar descalzos. También se consultó sobre el uso de cama, tarima o hamaca, o si se dormía en el suelo.

El septenio nos ha dejado ocho censos de población y siete de vivienda. En ese tiempo, el Ecuador ha enfrentado cambios y desafíos, tanto naturales como socioeconómicos que se observan en las marcas que dejaron sobre la población, su composición y distribución territorial.

El segundo censo de población incorporó al primero de vivienda. Su levantamiento coincidió con la presidencia de Carlos Julio Arosemena y registró 4,5 millones de personas, valor que subió a 6,5 millones en el censo de 1974; 8,0 millones en 1982; 9,6 millones para 1990; 12,2 millones en 2001 y, finalmente; 14,5 millones en 2010, para alcanzar los 16,9 millones en el censo de 2022.

Al hurgar sobre las cifras reportadas por los censos, se encontrarán fácilmente mejoras en varios aspectos, por ejemplo, en los niveles de educación o en el acceso a servicios básicos (agua, electricidad y telefonía, ahora internet), también encontraremos grandes brechas que no terminan de cerrarse, como las que se presentan entre lo urbano y lo rural o las que se marcan con la identificación por etnia. Con un poco más de cuidado se hallarán las marcas de la migración (mucha de ella relacionada con las crisis económicas - 1960-1970, 1990-2000 y 2020 -), los rastros que dejaron los terremotos de 1949, 1996 o 2016, los efectos de la pandemia sanitaria y los de la creciente violencia delictual en las primeras dos décadas de los años 2000.

El empoderamiento de las mujeres, los nuevos roles de los miembros de los hogares, la adopción de nuevas tecnologías, la preocupación por el ambiente, la migración campo-ciudad, el reconocimiento de los derechos de poblaciones y comunidades y la incorporación de miembros no humanos a los hogares también marcaron al país. Sus efectos se reflejan en los resultados que los censos presentan, solo hay que estar atentos y observarlos.

 

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