miércoles, 16 de abril de 2025

¿Nos quedamos en el voto?


Imagen creada con IA
A pesar de que está de moda, seguir desmenuzando los resultados del balotaje presidencial en Ecuador suena tan aburrido como ponerle la palabra “primera” a cada cosa que se disfraza de primicia y es más vieja que el pan de Pinllo. Sin embargo, más allá del triunfalismo vacío y la catatonia derrotista, hay rincones del país que dijeron mucho con su voto. Y no, no me refiero a Guayas, Manabí o Pichincha, provincias que ponen presidente. Me refiero a Tungurahua, la provincia que metió el grito —y el voto— más fuerte a favor del candidato Noboa. 

Con una diferencia brutal de 78,55 % a favor del ganador frente al 21,45 % de González, Tungurahua no solo dio una señal, dio un campanazo. Ni voto oculto ni voto vergonzante: fue voto con ganas, voto con rabia, voto con memoria. Porque, si algo ha demostrado esta provincia a lo largo de los últimos procesos electorales, es que su electorado no compra discursos reciclados ni se deja seducir por la narrativa edulcorada. 

Aunque lo fácil sería despachar este resultado como una rareza geográfica, después de todo, Tungurahua apenas representa el 3,4 % del padrón electoral, al mirar los 289 mil votos que aportó al triunfo de Noboa (4,9 % de los alcanzados), notaremos que uno de cada 20 “danielnoboistas” vive en esa provinciay, entonces la historia cambia. Ese resultado no es un detalle menor ni un “dato de color”, es una señal de que, en este rincón de la patria, el electorado sigue teniendo los pies en tierra firme y los ojos bien abiertos. 

¿Y por qué la candidatura de González no cuajó en esta provincia (y en el país)? Podríamos escribir una enciclopedia de errores, pero basta con recordar cuatro factores que, combinados, tienen el efecto de una receta para el desastre: 

– Se percibe como una candidatura tutelada por el presidente Correa (impopular en Tungurahua). 

– La fractura entre las organizaciones indígenas de base y sus dirigentes nacionales, tan embelesados por el poder y el cargo como un gato jugando con su cola. Poco entendible, si solo hace unos meses la provincia eligió asambleísta a un expresidente de la FEINE. 

– La presencia (oportuna o estratégica) del Estado en las provincias costeras afectadas por el clima, que recordó a muchos que el gobierno también puede funcionar... al menos cuando le conviene. 

– Las declaraciones insólitas de ciertos personajes correístas y de la propia candidata que, si no fueran reales, uno pensaría que fueron escritas por un guionista de sátira política. A estas alturas, ni siquiera son polémicas: fueron un autoatentado político. 

Pero lo más interesante no es el resultado en sí, sino su continuidad. No es la primera vez que Tungurahua le da la espalda al correísmo y apoya la “otra opción”. Lo ha hecho una y otra vez: en consultas populares, en segundas vueltas. Y, sin embargo, ahí está la gran paradoja: tanto rechazo, tanto voto diferenciado, y tan poca representación de los tungurahuenses en los espacios de decisión. La provincia vota, se expresa, protesta con el sobre cerrado y sin tomar fotos a sus votos... y luego se queda fuera del juego. No tiene peso en la agenda nacional. No hay una presencia clara en el Ejecutivo, ni en los ministerios, ni siquiera en las políticas públicas que deberían impulsar su desarrollo. 

Tungurahua habló claro. La pregunta es si alguien va a escuchar antes de que deje de molestarse en hacerlo, mientras Ambato sigue anclada en un progreso a paso de tortuga coja, sintiéndose como una ciudad con potencial de primera atrapada en presupuesto de tercera. Y lo peor: parece que ya nos acostumbramos. 

 


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