miércoles, 30 de mayo de 2012

Telón de Fondo

Hace un par de meses alguien por redes sociales menciono que entre él y yo había mucho “telón de fondo” y de seguro así debe ser en su imaginario, y a pesar de que no creo tener ningún punto de contacto con este ilustre caballero en realidad acertó en la metáfora del  telón de fondo, claro, si adscribo su significado a lo que menciona la RAE: Lienzo grande que se pone en el escenario de un teatro de modo que pueda bajarse y subirse / Aquello que estando en segundo plano explica o condiciona determinados hechos, procesos.
En “mi época de artista”, como dicen en mi tierra, aún en época de colegio y como parte de lo que en ese entonces era el programa de alfabetización, me encontré con la danza y el folclor, junto con las tarimas, los escenarios, las presentaciones y como paso previo a mi encuentro con Carlos Quinde y Los Tungurahua e  iniciar oficialmente “mi época de artista profesional” con un memorable debut en el Puyo bailando “San Pedro” en reemplazo del “Pelón” Vascones, hasta el primero de varios viajes a Europa, de donde regrese bailando “hasta los silencios”.
Al tiempo de adquirir tablas conocí muchos lugares entre los que destaco dos por sus particularidades 1) Saintes, que a más de su festival me enseño que familia también son los amigos (más cuando se tienen tan pocos amigos de corazón y tanta familia) allí descubrí a los Turpín, además de al Guillo, al Negro Mariño, al Alex y al Juan Carlos. y 2) Confolens por ese encuentro con una ciudad que a sabiendas de la llegada de Los Tungurahua le gusta vestirse de Ambato y te recibe, en cualquier tienda o negocio, con el pasacalle Ambato, tierra de flores o, cuando vas por las calle la gente que te saluda, te canta el pasito tun tun o el tostadito, así de la nada.
De esa época también viene algo que no muy a menudo comento, mi encuentro con Dios (en la segunda visita al Santuario de Lourdes) y la breve charla que mantuvimos. No, no me refiero a algún encuentro espiritual, peor a encontrarme al  borde de la muerte o a que me encontraba borracho o drogado (nací sin esos vicios, que le vamos a hacer); me refiero a un encuentro personal, cara a cara y en cuerpo presente con Dios. Si quieren saber de eso tendrá que ser en persona y si estoy de buen animo.  Ojo, no predico nunca ni práctico a ultranza, mi amigo Pablo Cuevas dice que soy católico light, yo para llevarle la contraria digo que soy católico postmoderno.
Ese mismo Telón de Fondo me ubica en 1982 con mi primer encuentro con la Fiesta de la Fruta, un amor a primera vista, de esos he tenido dos y ambos terminaron en matrimonio. Gracias a la Fiesta y a Los Tungurahua durante “mi época de artista” hice de todo, diseñe vestuario (sin ser diseñador), coreografié comparsas, organice desfiles, fui jefe de piso en varias elecciones de reina, actué y cante en televisión nacional y eso que solo canto en el baño, me descalabre en vivo en televisión española y lo repitieron varias veces, baile con los duros de la Opera de Paris y no en una fiesta, en un escenario como tiene que ser, también diseñe productos para la Fiesta de la Fruta y los ejecuté, baile en la ronda nocturnal  y en varios desfiles (una con la comparsa del Ambato cuando aún era colegio de señoritas) y disfrute también del aplauso al final de los Disfrazados de Quisapincha junto a los Tungurahua, en esos finales  que siempre terminan con el público de pie en medio de los gritos de otra, otra, otra. Nunca recibí un pago, ni cuando bailaba ni cuando fui Director Cultural gracias a la bondadosa invitación de Polo Guerrero, esa nunca fue la idea, el objetivo era divertirse y obvio que me divertí a morir. Cuando recuerdo ese tiempo, siempre me planteó preguntarle a Carlos Quinde por qué no se despide a los bailarines del Grupo como a los futbolistas, en un “partido de despedida” y frente al “resto del mundo”.
En esos años vi pasar por los eventos de la Fiesta de la Fruta a Generales, Presidentes, Alcaldes, Diputados y Gobernadores (algunos junto a sus hijos y madres, siempre prepotentes y sin invitación), incluso fuera del país los vi pasar con comportamientos similares, a estas personas se las olvida, solo se recuerdan las reinas, las comparsas, los carros alegóricos, las alegorías de la catedral, los Disfrazados de Quisapincha, los Avagos, el Carnaval de Yatzaputzan, la Bomba del Chota y la Iguana, o acaso alguien puede olvidarse de los Tungurahua de Confolens, los Tungurahua de Cori, o de los Tungurahua de Cadiz y Ciudad Real.
Ese es mi telón de fondo, el que me permite afirmar que “afuera soy ecuatoriano, aquí soy ambateño” y mencionar mi criterio sobre la Fiesta aunque moleste o estorbe. Perdón pero así procedo, así propongo, así funciono, así disfruto y si al referido señor no le gusta, ni modo, se aguanta.

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