lunes, 25 de julio de 2016

Ambato, el Súper Agente 86, el nuevo puente y un gato dormilón.

Una fotografía muestra a las tres principales autoridades de la provincia y la ciudad ondeando banderas en señal de festejo por la inauguración del puente del Mall de los Andes, veo la foto y pienso en lo que tardan en construir el nuevo Hospital Regional, que ahora, por lo menos aparece en “obra muerta” junto al viejo hospital que sobrevive apiñado en lo que pudieron dejar en pie mientras se construye el otro. Más importante parece ser el puente del Mall a juzgar por la felicidad que muestran las autoridades en la fotografía publicada en la web oficial del GAD Ambato, sitio que es totalmente inútil por lo menos para lo que necesito (conocer dónde debo tramitar la recuperación de mi vehículo retenido en un pintoresco operativo de tránsito).

Es la una y veinte y nueve de la madrugada del día domingo 24 de julio de 2016, lo sé porque miro el reloj del tablero principal del carro. Abrocho el cinturón de seguridad, enciendo el motor del auto y con el control remoto abro la puerta del garaje.

Salgo desde mi casa luego de una reunión familiar, voy a dejar a dos de mis tías en su casa. Mientras se suben al carro comentan con mi esposa que también nos acompaña, sobre un vehículo que pasó junto a nosotros,  “deben estar borrachos por la forma como manejan” dicen (en Ambato el alcohol causa una mayor proporción de accidentes de tránsito que los que ocurren por esa causa a nivel nacional, además en el primer semestre se han incrementado los accidentes de tránsito en la ciudad).

Recorro entre cincuenta y cien metros, "los borrachos" debe ir rápido pues ya no se los puede ver; el plan es dejar a las tías en Cashapamba, luego ir a comer algo en alguno de los restaurantes del centro para hacer tiempo hasta la dos o dos y treinta de la mañana para de ahí ir a recoger a nuestros hijos y sobrinas que estaban en la fiesta de graduación del colegio.

Intempestivamente un bus, de los Agentes de tránsito del GAD Ambato (sí, usted leyó bien, un bus), rebasa el carro que conduzco e inmediatamente me cierra el paso en una maniobra que se esperaría de “los borrachos” y no de quienes son los responsables del tránsito de la ciudad,  abren la puerta y desde el vehículo en movimiento un agente salta para ocupar el espacio ya reducido que queda entre el bus y la vereda, Será algún procedimiento habitual para garantizar que no se escapen los infractores o quizás solo se trata de alguien que ve muchas películas de policías en la tele.

El agente frente al vehículo que conduzco me hace señas con su mano derecha, con abrir y cerrar sus dedos indica que voy con las luces apagadas, las enciendo mientras él se acerca a la ventana,  me dice que circular con luces apagadas es una infracción, yo le reclamo la forma imprudente y peligrosa con la que maniobraron el bus y le recalco que de seguir así van a ocasionar algún accidente, se enoja ( de eso no hay registro porque aún no ha llegado el encargado de filmar), una mujer que también desciende del bus llega detrás de él, al verlo alterado le pide que se tranquilice.

Me pide "papeles", yo pienso en los viejos policías de tránsito que primero pedían papeles y luego para las colas, al mismo tiempo pasan dos camionetas de los Agentes Civiles de Transito, tan veloces como “los borrachos”, siento que pasan muy cerca de nosotros, le menciono al agente junto a la ventana que estoy mal estacionado por la forma abrupta con la que me cerraron,  le explico  que “voy a estacionarme correctamente, me bajo del carro y le doy mis papeles “, estaciono a un costado, lejos del bus que se había estacionado también, para salir desabrocho el cinturón de seguridad, abro la puerta y me bajo, inmediatamente el agente me acusa de conducir sin cinturón y que el hacerlo también es una infracción; ahora si molesto le suelto un “está loco, tenía puesto el cinturón de seguridad ¿Acaso no vio que lo desabroche para bajarme?”, en ese mismo instante me queda claro que su intención es abusar y así se lo digo, "usted se va a abusar" son mis palabras.

Le doy mi licencia, allí no encuentran nada, le doy la matrícula y me dice, la chica, que falta un papel blanco (que hasta ahora no sé de qué es), les digo que eso es lo único que tengo; se llevan la matricula al bus a consultar y concluyen que está pendiente el pago de la matrícula, me informa que “tenemos que retener su vehículo” sin olvidar el meloso “caballero” que de ahí en adelante usan como muletilla y con el que cierran cada una de sus frases, aparecen de la nada tres agentes más, “me parece que usted está abusando, pero, está bien, dígame donde debo ir a dejar el carro” le digo, también le pido que me haga el test de alcoholemia (anticipando que lo siguiente sera acusarme de conducir en estado etílico), no me lo hacen, insisto y nada.

Uno de los agentes de los tres recién llegados pide una “wincha”, les digo que no la necesito, que puedo manejar y que no quiero pagarla, sugiero que uno o alguno de ellos podrían ir conmigo hasta dejar el vehículo en el sitio de retención o donde ellos me indiquen que debo dejarlo, “es el procedimiento” me dicen y que usarán la “wincha” municipal, o sea platita para el municipio.

Le pido a mi esposa que llame a mi padre para que venga por mis tías y las lleve a su casa, seguro el que ellas se queden en la calle de madrugada no es el problema de los esforzados agentes de ese sui géneris operativo. Mi esposa llama a mi padre y a mi hermano que además es mi abogado aunque nunca lo uso, es que no me meto en muchos líos. Cuando llegan, luego de cinco minutos, mis padres están en pijama, mi hermano viene de la fiesta de grado de mi sobrino; para entonces hay entre quince y veinte agentes, más el bus que lideraba el operativo, donde según el agente que me detuvo “ya hay cuatro infractores más” o incautos serán, a la suma de recursos añádanle una camioneta, una “wincha”, dos motocicletas con sus respectivos motociclistas, un agente armado de una filmadora que usa con descarado disimulo y cuyo video supongo que convierte el abuso en “asunto administrativo” y al abusado en infractor.

El camarógrafo se para junto a mí y a otro recién llegado agente, parece buscar lo que a su juicio es el mejor ángulo para tomar el “parte policial” que da el agente que llego con él al “sargento” que “comanda el operativo”; el recién llegado en muestra de su desconocimiento del hecho o será por procedimiento, inicia con la siguiente afirmación “se comprueba que el señor se encuentra en estado etílico”, inmediatamente le respondo que “a mí no me han hecho ninguna prueba”, él convencido explica que la prueba es “soplar”, para luego de decirle que tampoco “me han hecho soplar” y que “yo pedí la prueba y nunca me la hicieron” cambia a “se hace la prueba para comprobar que el señor está en estado etílico (sic) y al ser negativo, se le piden los papeles”, acantinflado discurso que se entendería como “si no caes a la primera caes luego, pero caes porque caes”.

Atrás y junto al “sargento” un agente se ríe y burla, mientras otro nos dispone “no irán a publicar nada en facebook” ¡Gran pendejo! yo sé y él sabe que no le voy a hacer caso. Ojo, mientras las escenas pasan, nunca me resisto al procedimiento.

Luego de unos minutos el “sargento” se acerca y me dice al oído “si no quiere que su vehículo tenga daños, póngale en neutro y déjelo chorrear para subirlo a la “wincha””, “no necesito una “wincha” les dije desde el inicio”  respondo ya enojado, le añado que “nunca me opuse a que detuvieran el vehículo y hasta pregunte varias veces la dirección dónde dejarlo”.

Después de discutir y dejar claro que podía manejar, que no necesitaba la “wincha”, que consideraba un abuso que me hayan lanzado un bus y todo lo que hacían, al fin deciden olvidar su “es el procedimiento” (que al otro día descubro que no es), que la agente con mis documentos me acompañará a dejar el carro mientras una de las motos me indicaría el camino. Con esa instrucción subo al carro, me pongo el cinturón mientras espero que la agente suba también, el otro motociclista (que al fin fue quien nos acompañó) se para junto a la puerta y se queda allí en actitud amenazante, esperando el menor descuido para intervenir, para calmarlo le explico lo que segundos antes el mismo había escuchado, que iba al patio de retención y me acompañaría la agente, no me quita la vista de encima.

Rumbo al patio, tomo la Avenida Manuelita Sáenz hacia abajo, giro en la Victor Hugo, sigo hasta llegar donde la vía está cerrada, “menuda inauguración” digo, "si esto está aún cerrado", giro a la derecha y luego a la izquierda, el motociclista enojado en lugar de guiarnos nos sigue; frente al Mall de los Andes giro nuevamente a la izquierda, luego a la derecha, llego al puente, ya no están las caras alegres de las tres autoridades, ni sus banderas, ni su sonrisa que parece olvidar que un hospital es más importante que un puente; los grupos de vallenatos tampoco están; tampoco los noveleros, deben estar dormidos, tampoco están los funcionarios del municipio.

En pocos minutos llegamos al patio de retención vehicular frente al Colegio Guayaquil (nos ahorramos 98 segundos gracias al puente), aparece un guardia vestido de caqui, una gorra de lana cubre su cabeza hasta debajo de las orejas -es que hace un frío terrible- ve a los agentes y abre la puerta para que ingresemos con el carro. Le pregunto dónde estaciono, piensa unos segundos y me asigna un sitio frente a la entrada, bajo del vehículo, veo al motociclista enojado empujando a mi hermano en la puerta de entrada, le llamo la atención mientras me acerco, le pregunto casi gritando “qué le pasa”, me responde “este es un lugar privado y ustedes se pueden robar algo”; bajo la voz intentando hablar como lo hago con los pendencieros que voy encontrando de cuando en cuando, “No hable pendejadas, primero, si esto es del municipio entonces es un bien público, luego, si no fuera por la forma abusiva como proceden no estaríamos aquí; por último, ¿Qué es ese comportamiento? Usted porta un uniforme, es empleado público, entonces usted es el primer obligado a portarse correctamente”.

Salgo de allí a las dos y treinta, sin un solo papel que garantice que mi vehículo permanecerá en buen estado, debo confiar supongo.

Al fin, nunca recibí la citación por la infracción de haber conducido sin luces, lo que fue la causa por la que me lanzaron violentamente un bus municipal (si los agentes civiles son municipales entonces el bus es municipal), con cuatro detenidos y varios agentes civiles del GAD Ambato dentro, tampoco recibí citación por manejar sin cinturón que fue la segunda acusación falsa, tampoco fui detenido por “dar positivo” en una prueba de alcohol que nunca me hicieron (tengo la grabación y ellos también la tienen), pienso "que culpa tienen ellos si desconocen mi terrible hábito de no tomar alcohol", todo termina en la retención de mi vehículo por falta de pago de la matrícula, eso sí, gracias al trabajo sacrificado del Súper Agente 86 apoyado por entre quince y veinte personas (número que no incluye a los “cuatro detenidos más”), un bus del municipio, una camioneta también municipal, dos motocicletas con sus respectivos motociclistas (Rambo uno de ellos), una cámara filmadora con Almodóvar vestido de agente como trípode y una “wincha” municipal (que seguro no les paga comisión).

(Perdón por el sarcasmo)

El lunes 25 de julio, cerca de la una de la tarde, regreso al patio de retención con los documentos completos, entre ellos el pago actualizado de la matrícula y la orden de retiro del vehículo, aunque he conocido a un realmente amable abogado que me atendió en las oficinas de la Bolívar, sé que he perdido un día de trabajo y uno en la vida (aquellos días en los que uno no aprende nada son días perdidos).

Ya en el Patio de Retención Vehicular me atiende una agente también amable, solo se enoja cuando le digo que consideraba un abuso la forma como retuvieron el carro y que a sabiendas de que la mayoría de quienes trabajan en esa dependencia deben ser buenas personas y buenos funcionarios, actos como el vivido los convierte en una institución abusiva.

Mientras mira los documentos me pide que tome asiento (cierra la frase con ese “caballero” meloso y desagradable que parece ser una consigna); miro las sillas donde podría sentarme, en una hay un chaleco, uniforme de alguno de los guardias y en otra un gato gris que parecería ser quien supervisa el trabajo de los agentes si no fuera porque duerme placenteramente, a pata batiente, y, todos sabemos que mientras el gato duerme…

... Para qué voy a despertar al gato si puedo quedarme de pie.


Ambato, 25 de julio de 2016

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