Una fotografía
muestra a las tres principales autoridades de la provincia y la ciudad ondeando
banderas en señal de festejo por la inauguración del puente del Mall de los
Andes, veo la foto y pienso en lo que tardan en construir el nuevo Hospital
Regional, que ahora, por lo menos aparece en “obra muerta” junto al viejo
hospital que sobrevive apiñado en lo que pudieron dejar en pie mientras se construye el
otro. Más importante parece ser el puente del Mall a juzgar por la
felicidad que muestran las autoridades en la fotografía publicada en la web
oficial del GAD Ambato, sitio que es totalmente inútil por lo menos para lo que
necesito (conocer dónde debo tramitar la recuperación de mi vehículo retenido
en un pintoresco operativo de tránsito).
…
Es la una y
veinte y nueve de la madrugada del día domingo 24 de julio de 2016, lo sé
porque miro el reloj del tablero principal del carro. Abrocho el cinturón de
seguridad, enciendo el motor del auto y con el control remoto abro la puerta del garaje.
Salgo desde mi
casa luego de una reunión familiar, voy a dejar a dos de mis tías en su casa. Mientras
se suben al carro comentan con mi esposa que también nos acompaña, sobre un vehículo que pasó junto a
nosotros, “deben estar borrachos por la
forma como manejan” dicen (en Ambato el alcohol causa una mayor proporción de
accidentes de tránsito que los que ocurren por esa causa a nivel nacional,
además en el primer semestre se han incrementado los accidentes de tránsito en
la ciudad).
Recorro entre
cincuenta y cien metros, "los borrachos" debe ir rápido pues ya no se los puede
ver; el plan es dejar a las tías en Cashapamba, luego ir a comer algo en alguno
de los restaurantes del centro para hacer tiempo hasta la dos o dos y treinta
de la mañana para de ahí ir a recoger a nuestros hijos y sobrinas que estaban
en la fiesta de graduación del colegio.
Intempestivamente
un bus, de los Agentes de tránsito del GAD Ambato (sí, usted leyó bien, un bus),
rebasa el carro que conduzco e inmediatamente me cierra el paso en una maniobra
que se esperaría de “los borrachos” y no de quienes son los responsables del
tránsito de la ciudad, abren la puerta y
desde el vehículo en movimiento un agente salta para ocupar el espacio ya
reducido que queda entre el bus y la vereda, Será algún procedimiento habitual
para garantizar que no se escapen los infractores o quizás solo se trata de
alguien que ve muchas películas de policías en la tele.
El agente frente
al vehículo que conduzco me hace señas con su mano derecha, con abrir y cerrar sus dedos indica que voy con las luces apagadas, las enciendo mientras él se acerca a la
ventana, me dice que circular con
luces apagadas es una infracción, yo le reclamo la forma imprudente y peligrosa
con la que maniobraron el bus y le recalco que de seguir así van a ocasionar
algún accidente, se enoja ( de eso no hay registro porque aún no ha llegado el
encargado de filmar), una mujer que también desciende del bus llega detrás de
él, al verlo alterado le pide que se tranquilice.
Me pide "papeles",
yo pienso en los viejos policías de tránsito que primero pedían papeles y luego
para las colas, al mismo tiempo pasan dos camionetas de los Agentes Civiles de
Transito, tan veloces como “los borrachos”, siento que pasan muy cerca de nosotros, le
menciono al agente junto a la ventana que estoy mal estacionado por la forma abrupta con la que me
cerraron, le explico que “voy a estacionarme correctamente, me bajo
del carro y le doy mis papeles “, estaciono a un costado, lejos del bus que se
había estacionado también, para salir desabrocho el cinturón de seguridad, abro
la puerta y me bajo, inmediatamente el agente me acusa de conducir sin cinturón
y que el hacerlo también es una infracción; ahora si molesto le suelto un “está
loco, tenía puesto el cinturón de seguridad ¿Acaso no vio que lo desabroche para
bajarme?”, en ese mismo instante me queda claro que su intención es abusar y
así se lo digo, "usted se va a abusar" son mis palabras.
Le doy mi
licencia, allí no encuentran nada, le doy la matrícula y me dice, la chica, que falta un
papel blanco (que hasta ahora no sé de qué es), les digo que eso es lo único
que tengo; se llevan la matricula al bus a consultar y concluyen que está
pendiente el pago de la matrícula, me informa que “tenemos que retener su
vehículo” sin olvidar el meloso “caballero” que de ahí en adelante usan como
muletilla y con el que cierran cada una de sus frases, aparecen de la nada tres
agentes más, “me parece que usted está abusando, pero, está bien, dígame donde
debo ir a dejar el carro” le digo, también le pido que me haga el test de
alcoholemia (anticipando que lo siguiente sera acusarme de conducir en estado
etílico), no me lo hacen, insisto y nada.
Uno de los
agentes de los tres recién llegados pide una “wincha”, les digo que no la
necesito, que puedo manejar y que no quiero pagarla, sugiero que uno o alguno
de ellos podrían ir conmigo hasta dejar el vehículo en el sitio de retención o
donde ellos me indiquen que debo dejarlo, “es el procedimiento” me dicen y que
usarán la “wincha” municipal, o sea platita para el municipio.
Le pido a mi
esposa que llame a mi padre para que venga por mis tías y las lleve a su casa, seguro
el que ellas se queden en la calle de madrugada no es el problema de los
esforzados agentes de ese sui géneris operativo. Mi esposa llama a mi padre y a
mi hermano que además es mi abogado aunque nunca lo uso, es que no me meto en
muchos líos. Cuando llegan, luego de cinco minutos, mis padres están en pijama,
mi hermano viene de la fiesta de grado de mi sobrino; para entonces hay entre
quince y veinte agentes, más el bus que lideraba el operativo, donde según el
agente que me detuvo “ya hay cuatro infractores más” o incautos serán, a la
suma de recursos añádanle una camioneta, una “wincha”, dos motocicletas con sus
respectivos motociclistas, un agente armado de una filmadora que usa con
descarado disimulo y cuyo video supongo que convierte el abuso en “asunto
administrativo” y al abusado en infractor.
El camarógrafo se
para junto a mí y a otro recién llegado agente, parece buscar lo que a su juicio
es el mejor ángulo para tomar el “parte policial” que da el agente que llego
con él al “sargento” que “comanda el operativo”; el recién llegado en muestra
de su desconocimiento del hecho o será por procedimiento, inicia con la
siguiente afirmación “se comprueba que el señor se encuentra en estado etílico”,
inmediatamente le respondo que “a mí no me han hecho ninguna prueba”, él convencido
explica que la prueba es “soplar”, para luego de decirle que tampoco “me han
hecho soplar” y que “yo pedí la prueba y nunca me la hicieron” cambia a “se
hace la prueba para comprobar que el señor está en estado etílico (sic) y al
ser negativo, se le piden los papeles”, acantinflado discurso que se entendería
como “si no caes a la primera caes luego, pero caes porque caes”.
Atrás y junto al
“sargento” un agente se ríe y burla, mientras otro nos dispone “no irán a
publicar nada en facebook” ¡Gran pendejo! yo sé y él sabe que no le voy a hacer
caso. Ojo, mientras las escenas pasan, nunca me resisto al procedimiento.
Luego de unos
minutos el “sargento” se acerca y me dice al oído “si no quiere que su vehículo
tenga daños, póngale en neutro y déjelo chorrear para subirlo a la “wincha””, “no
necesito una “wincha” les dije desde el inicio” respondo ya enojado, le añado que “nunca me
opuse a que detuvieran el vehículo y hasta pregunte varias veces la dirección dónde
dejarlo”.
Después de
discutir y dejar claro que podía manejar, que no necesitaba la “wincha”, que
consideraba un abuso que me hayan lanzado un bus y todo lo que hacían, al fin
deciden olvidar su “es el procedimiento” (que al otro día descubro que no es), que la agente con mis documentos me acompañará a dejar el carro mientras una de
las motos me indicaría el camino. Con esa instrucción subo al carro, me pongo
el cinturón mientras espero que la agente suba también, el otro motociclista
(que al fin fue quien nos acompañó) se para junto a la puerta y se queda allí
en actitud amenazante, esperando el menor descuido para intervenir, para
calmarlo le explico lo que segundos antes el mismo había escuchado, que iba al
patio de retención y me acompañaría la agente, no me quita la vista de encima.
Rumbo al patio,
tomo la Avenida Manuelita Sáenz hacia abajo, giro en la Victor Hugo, sigo hasta
llegar donde la vía está cerrada, “menuda inauguración” digo, "si esto está aún cerrado",
giro a la derecha y luego a la izquierda, el motociclista enojado en lugar de
guiarnos nos sigue; frente al Mall de los Andes giro nuevamente a la izquierda,
luego a la derecha, llego al puente, ya no están las caras alegres de las tres
autoridades, ni sus banderas, ni su sonrisa que parece olvidar que un hospital
es más importante que un puente; los grupos de vallenatos tampoco están; tampoco
los noveleros, deben estar dormidos, tampoco están los funcionarios del municipio.
En pocos minutos
llegamos al patio de retención vehicular frente al Colegio Guayaquil (nos
ahorramos 98 segundos gracias al puente), aparece un guardia vestido de caqui,
una gorra de lana cubre su cabeza hasta debajo de las orejas -es que hace un frío terrible- ve a los agentes
y abre la puerta para que ingresemos con el carro. Le pregunto dónde estaciono, piensa unos segundos y me asigna un sitio frente a la entrada, bajo
del vehículo, veo al motociclista enojado empujando a mi hermano en la puerta
de entrada, le llamo la atención mientras me acerco, le pregunto casi gritando “qué le pasa”,
me responde “este es un lugar privado y ustedes se pueden robar algo”; bajo la
voz intentando hablar como lo hago con los pendencieros que voy encontrando de
cuando en cuando, “No hable pendejadas, primero, si esto es del municipio
entonces es un bien público, luego, si no fuera por la forma abusiva como
proceden no estaríamos aquí; por último, ¿Qué es ese comportamiento? Usted
porta un uniforme, es empleado público, entonces usted es el primer obligado a
portarse correctamente”.
Salgo de allí a
las dos y treinta, sin un solo papel que garantice que mi vehículo permanecerá
en buen estado, debo confiar supongo.
Al fin, nunca
recibí la citación por la infracción de haber conducido sin luces, lo que fue
la causa por la que me lanzaron violentamente un bus municipal (si los agentes
civiles son municipales entonces el bus es municipal), con cuatro detenidos y
varios agentes civiles del GAD Ambato dentro, tampoco recibí citación por manejar
sin cinturón que fue la segunda acusación falsa, tampoco fui detenido por “dar
positivo” en una prueba de alcohol que nunca me hicieron (tengo la grabación y
ellos también la tienen), pienso "que culpa tienen ellos si desconocen mi terrible
hábito de no tomar alcohol", todo termina en la retención de mi vehículo por
falta de pago de la matrícula, eso sí, gracias al trabajo sacrificado del Súper
Agente 86 apoyado por entre quince y veinte personas (número que no incluye a los “cuatro
detenidos más”), un bus del municipio, una camioneta también municipal, dos
motocicletas con sus respectivos motociclistas (Rambo uno de ellos), una cámara
filmadora con Almodóvar vestido de agente como trípode y una “wincha” municipal (que seguro
no les paga comisión).
(Perdón por el
sarcasmo)
…
El lunes 25 de
julio, cerca de la una de la tarde, regreso al patio de retención con los
documentos completos, entre ellos el pago actualizado de la matrícula y la
orden de retiro del vehículo, aunque he conocido a un realmente amable abogado
que me atendió en las oficinas de la Bolívar, sé que he perdido un día de
trabajo y uno en la vida (aquellos días en los que uno no aprende nada son días
perdidos).
Ya en el Patio de Retención Vehicular me atiende una agente también amable, solo se enoja cuando le digo que consideraba un abuso la forma como retuvieron el
carro y que a sabiendas de que la mayoría de quienes trabajan en esa
dependencia deben ser buenas personas y buenos funcionarios, actos como el
vivido los convierte en una institución abusiva.
Mientras mira los
documentos me pide que tome asiento (cierra la frase con ese “caballero” meloso
y desagradable que parece ser una consigna); miro las sillas donde podría
sentarme, en una hay un chaleco, uniforme de alguno de los guardias y en otra un gato
gris que parecería ser quien supervisa el trabajo de los agentes si no fuera porque
duerme placenteramente, a pata batiente, y, todos sabemos que mientras el gato
duerme…
... Para qué voy a despertar
al gato si puedo quedarme de pie.
Ambato, 25 de
julio de 2016
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