Mi particular punto de vista,
siempre ingenuo, propone no aceptar el regreso a la normalidad o a una nueva
normalidad sostenida en lo que antes de la emergencia considerábamos normal, es
imprescindible incluir en el debate de la recuperación las siguientes razones
para no retornar a lo normal: 1. la normalidad ha sido la mala calidad del
empleo, la exclusión de la mujer del mercado laboral y la flexibilización que
subsidia a la empresa desde la mano de obra de los hogares; 2. la normalidad ha
sido la desnutrición infantil provocada, entre otras, por la falta de acceso a
agua segura y que condena tempranamente a los niños a replicar las condiciones
de pobreza y exclusión de sus padres y abuelos; 3. la normalidad ha sido la
violencia y la discriminación; 4. la normalidad son las condiciones de pobreza
acentuadas por étnica, género y lugar de residencia; 5. la normalidad son las
muertes violentas en siniestros de tránsito, donde históricamente se ha delegado
responsabilidades en el conductor quien la traslada al fallecido; 6. la
normalidad ha sido la falta de acceso a la educación, en especial a la superior,
donde el negocio ha superado a la razón de ser de las Instituciones; 7. La
normalidad ha sido la falta de acceso a la salud, no de hoy, de siempre; 8. la
normalidad ha sido también la falta de acceso a la justicia de calidad, que
pasó de ser “solo para los de poncho” a convertirse en herramienta para
“sostener la democracia”; y 9. La normalidad es el aprovechar el cargo público para
sostener la estructura de feudo personal, para intercambiar decisiones por
dádivas o simplemente para apropiarse de los recursos públicos en beneficio
propio y de los cercanos. La normalidad ha sido la eternización del cínico,
beneficiario de elites que elaboran reglas que no cumplen.
Qué hacemos se preguntará quien
lea esta publicación, a ella o a él le ofrezco una respuesta nuevamente
ingenua, la que he enfrentado a una larga cavilación y que, en sí es más un
criterio que una solución, propongo (ya lo he hecho antes) la reciprocidad como
centro de cada acción, al menos mientras se resuelven los problemas mayores
(entiéndase los nacionales, los de las grandes ciudades y las que afectan a los
grupos económicos), propongo también, abandonar la resignación e incrementar la
desconfianza, actuar dentro de lo local y lo cercano, activar las redes personales
de cuidado, las humanas más que las sociales, depositar cada unidad monetaria
en los cercanos, apoyar el emprendimiento local.
En resumen: más que solidarios
propongo ser recíprocos, más que optimistas propongo ser precavidos.
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